miércoles, 12 de diciembre de 2007

Y para cerrar el año...




Les dejo los cuatro trailers falsos de Grindhouse, de Tarantino y Robert Rodríguez, una genialidad que sólo se le podía haber ocurrido a este par, igual que tales películas imaginarias sólo pudieron ser producto de los directores tras los cortos, que los disfruten.
Er, bueno, esto le extrañará a los lectores fuera de México, pero es que los infelices distribuidores locales no se han dignado siquiera a anunciarla. Ahora si:

Empezamos con Don't, de Edgar Wright, el mismo de Shaun of the dead (y que ahora está rodando una versión del superhéroe de Marvel Ant Man):




Del Mismísimo Rob Zombie, creador de White Zombie e insistente cineasta de horror, una joyita (desde el nombre), Werewolf women of the SS, con todo y Nicolas Cage haciéndola de ¡Fu Manchu!




Manchadísimo (en todos los sentidos) Thanksgiving, el trailer de Eli Roth, creador de Hostal:





Y finalmente, Dany Trejo en un estelar interpretando de nuevo a Machete, cortesía de Robert Rodríguez, por cierto, esta si se va a convertir en un largometraje que será estrenado en 2008:



Y como regalo de fin de año...

Los trailers falsos de Grindhouse, de la que seguro tienen ya noticia, son en realidad don pelis Death Proof, de Tarantino y Planet Terror, de Robert Rodríguez. En el inter de las dos, se proyectan estos trailers falsos. A los lectores que no radican en México les parecerá extraño la explicación siendo que la película ya fue estrenada en casi todo el planeta, pero los infelices mafiosos de las distribudoras locales no se han dignado en darle corrida en el país.

Los trailers son, al igual que las cintas, tributo a todos los géneros pojito de los años 70, geniales a más no poder.



Comenzamos con Don't (No), de Edgar Wright, el mismo director de Shaun of the dead (y que actualmente está rodando una versión del héroe de Marvel Ant Man):








Thanksgiving (Día de gracias), manchadísimo trailer de Eli Roth, el creador de Hostal:



Del mismísimo Rob Zombie, mandamás de White Zombie e incipiente cineasta dedicado al horror, Werewolf women of the SS (Mujeres lobo de la SS), con Nicolas Cage interpretando a ¡Fu Manchu!:



Y para concluir, Danny Trejo es por fin honrado con un estelar en el trailer de Machete, dirigido (al igual que el largometraje del mismo nombre que se estrenará en 2008) por Robert Rodríguez:





My Sassy Girl

En su centésimo día juntos, Kyun Woo se adentra encubierto al colegio de mujeres, lleva grandes lentes oscuros, cubrebocas, gorra con la visera baja y una lonchera en la mano. Abre la puerta del auditorio y todas las presentes voltean a verlo, acrecentando su vergüenza. Entonces comienza a sonar el Cánon en Do mayor de Pachebel, Ella lo está interpretando. Kyun se descubre, saca una rosa de la lonchera y se acerca al escenario, sube y le entrega la flor a la joven, Ella la toma con una expresión de profundo amor melancólico, en una de las escenas más emotivas de My Sassy Girl.
Aunque a estas alturas ya suena más bien a lugar común decirlo, es innegable que hoy en día una de las cinematografías más interesantes, sanas y de mayor potencial es la de Corea del Sur, a pesar de que ello no sea algo que se sepa abiertamente por el gran público occidental y más específicamente por el americano, donde las cintas provenientes de este país aún llegan a cuentagotas, lo cual es una lástima.
La producción surcoreana resalta entre las cinematografías asiáticas porque, como no sucede en otra parte del mundo (mmm, no, creo que ni en la India), la gente consume principalmente el cine que se genera dentro del país antes que lo del resto del mundo, incluso por encima del cine de Hollywood. El por qué tiene una explicación complicada que no me voy a detener a analizar, pues requeriría de una labor enciclopédica, pero les recomiendo leer el artículo acerca del cine coreano actual que se publicó en el sitio dvdenlared donde se da un vistazo muy completo al tema; sin embargo, hay que destacar que dentro de ese éxito tiene una fuerte importancia la amalgama que los cineastas surcoreanos han hecho de los géneros tradicionales: yuxtapuestos, reinterpretados, mezclados, vueltos a inventar.
De esa manera, lo más fácil sería decir que My sassy girl es una comedia romántica y no se estaría muy equivocado en ese encasillamiento; sin embargo, el director Kwak Jae-young optó por contar una historia de amor usando elementos diversos con el fin de crear en cine una imagen más cercana a la crudeza de una relación humana a partir de la serie de cartas electrónicas en que Kim Ho-sik -el autor- relató su propia historia para después editarla en forma de libro, que por cierto se convirtió en best seller.
La película se divide en dos partes. En la primera conocemos el génesis de la relación entre Kyun Woo (Cha Tae-hyun) y la indescriptible mujer completamente alcoholizada que salva en una estación del metro, La chica alocada (así es más o menos la traducción) y sin nombre que se convertirá en objeto de su devoción. La fuerza de ambos personajes se deja sentir desde el inicio, de manera que el resto de los actores se convierten únicamente en resortes para potenciar las actuaciones de los protagonistas, quienes enfrentan un reto histriónico que de ninguna manera podrían ni siquiera pensar en desarrollar los actorcetes de las insulsas comedias románticas que nos recetan semana a semana las salas comerciales de esta parte del mundo. En tanto el carácter de Kyun Woo se va adaptando a la forma de ser de la mujer que ama a cualquier precio, la dama en cuestión tiene una gama de caracteres que bien puede abarcar un tratado de sicología descifrar, aunque una cosa es patente: es absolutamente adorable.
El maestro Georges Perrós escribió que amar es darle a alguien el derecho, cuando no el deber, de hacernos sufrir y eso es lo que hace el buen Kyun Woo. En la segunda parte la relación tiene una transformación importante y el tono de la película cambia en consecuencia, de una manera sutil, hacia el melodrama, pero el de altos vuelos, como ya no se hacen y todo ello sin perder el enfoque del público juvenil al cual está dirigida la cinta. Al final el director nos conduce por uno de los caminos más extraños del amor: el de las coincidencias. De pronto sucede que la mujer (o el hombre, según sus gustos) de nuestra vida ha vivido casi en la siguiente puerta y no la encontramos hasta un momento determinado en que irán surgiendo todas las anécdotas personales -y sin saberlo compartidas- que se conjugaron para el momento del encuentro. Pero bueno, ya no digo más o les voy a revelar la sorpresa, mejor disfrútenla por ustedes mismos.
Finalmente, la base de la historia en My sassy girl no es la coincidencia, aunque ella está presente de manera latente en la relación que entablan los protagonistas, el joven Kyun Woo y la hermosa mujer sin nombre, a partir de un coincidente –y poco ortodoxo- encuentro en el metro. Todo lo demás, es cine de la mejor manufactura.
Hollywood amenaza con estrenar un remake en unos meses, y dadas las malas experiencias con los refritos de películas orientales con que atacan nuestra inteligencia últimamente, lo más recomendable es aprovechar y ver la versión original, en eMule hay una buena versión con subtítulos en español y el director’s cut con subtítulos en inglés.

El primer encuentro de Kyun-woo y la hermosa joven sin nombre




My sassy girl (Yeopgijeogin Geunyeo). Corea del sur, 2001
Dirección: Kwak Jae-Young
Guión: Kwak Jae-Young, basado en el libro de Kim Ho-Sik
Producción: Chul Shin
Fotografía: Kim Sung-Bok
Música: Kim Hyun-Seok
Edición: Kim Sang-Beom
Con: Cha Tae-Hyun (Kyun-woo), Jun Ji-Hyun (Ella), Han Jin-Hie (padre de ella), Huyn Sook-Hee (la madre de ella), Kim In-Mun (el padre de Kyun-woo), Yam Geum Seok (tía de Kyun-woo)

martes, 27 de noviembre de 2007

La Tetralogía Taboada


Cierro este primer ciclo de comentarios acerca del cine de horror y fantástico mexicano con una exploración de la tetralogía por excelencia en el país, las cuatro cintas de Carlos Enrique Taboada que le han dado una particular dignidad al género a pesar de la sempiterna condena de los críticos connacionales, históricamente predispuestos a destazar lo que no encaje con los cánones más estirados del quehacer cinematográfico, pese a que una somera vista histórica eche por tierra sus descalificaciones.
Taboada fue ante todo un prolífico guionista para cine y televisión –en esta última hay que destacar su labor para la serie de culto La Telaraña-, que exploró las profundidades del fantástico en guiones para cintas como los seriales sobre Nostradamus y El Testamento del Vampiro, de 1959 y El espejo de la bruja (1960), antes de dirigir su primer gran obra: Hasta el viento tiene miedo, de 1966.
La historia se desarrolla en un internado para señoritas a las afueras de la ciudad, donde un torreón cuyo acceso está prohibido a las alumnas se convierte en reto para Claudia (Alicia Bonet), quien ha tenido un sueño donde ve dentro de la torre el cuerpo de una joven llamada Andrea colgado de una viga. Una incursión furtiva al torreón es descubierto por la directora del colegio (Marga López), quien en castigo por infringir la restricción condena al grupo de muchachas a pasar en el internado el verano.
La estancia se va poniendo ruda en tanto que el fantasma de Andrea comienza a aparecerse cada vez con mayor frecuencia hasta tomar posesión de Claudia, quien servirá de vehículo para que el espectro cobre venganza en contra de la directora, que fue responsable de su muerte.
Con la primera incursión de Taboada como director en el género aparecen los elementos centrales de sus cintas de horror: los lugares cerrados y aislados donde el mal manifiesta; la cotidianeidad como fuente de lo maligno; la contraposición de la ciudad como espacio yerto y el campo como escenario posible de sucesos fantásticos y el espíritu gótico de las historias muy bien adaptado al contexto mexicano sin necesidad de folclorizar mitos universales. No se trata de una pieza perfecta, sin embargo contiene lo necesario para ser una gran película y sobre todo demuestra la enorme capacidad del realizador para crear miedo a partir de sus atmósferas con economía de elementos, por lo cual muchos tienden a calificarlo como minimalista.
Prescinde, como decía líneas arriba, de golpes efectistas y opta –tal vez por la escasez de recurso como uno de los motivos- por eludir efectos especiales y generar el miedo a partir de hechos que gradualmente se apartan de lo natural, de manera que el desasosiego del espectador se estimula para hacerlo presente durante largos periodos de tiempo, cumpliendo con el principal objetivo del género pese a que en la actualidad algunas de las situaciones ya no muevan al susto.


En 1968 estrena El libro de piedra, con Marga López repitiendo en rol estelar, sólo que en esta ocasión en el papel de heroína, como institutriz encargada de la pequeña Silvia (Lucy Buj), hija de un hombre acaudalado pero con poco tiempo para su heredera, a pesar de la ausencia de la madre recientemente fallecida. Julia (Marga) asume el lugar que le corresponde buscando mayor interconexión con la niña, pero esta se encuentra concentrada en su amistad con Hugo, compañero imaginario representado por una estatua colocada en el jardín de la casona que habitan. La relación de Silvia con Hugo se va fortaleciendo a medida que el ambiente se torna macabro y el final es un acto inesperado que de inmediato la coloca como obra de culto.
A diferencia de Hasta el viento…, El libro de piedra recibió críticas favorables pero pronto fue relegada, ahora es complicado encontrarla en tv o video con todo y que en el extranjero, particularmente en USA se le aprecie bastante. Se refuerza aquí el rol de la mujer como blanco de los hechos sobrenaturales, que bueno, ya de entrada es una característica del horror, y se integra la figura de los niños como vehículos de la oscuridad, técnica que años más tarde explotaría a un grado mayor.
El mismo año lanza La trinchera, película de revolucionarios contada a varias voces en la que un grupo de combatientes va narrando historias sobrenaturales mientras se reanuda el combate. Desafortunadamente el filme es muy difícil de conseguir y hay poca información al respecto, por lo cual no se podría integrar esta al grupo de películas fantásticas de Taboada sin resultar atrevido.
Para 1974 el cineasta se lanza de nuevo al ruedo con una película que está muy en deuda con los giallos italianos y su particular estilo de crear el suspenso, con todo y que es la más débil de la tetralogía: Más negro que la noche cuenta la historia de Ofelia, quien hereda la fortuna de su tía cumpliendo la única condición, que es vivir en casa de la difunta y cuidar de su amado gato. Ofelia acepta y se lleva consigo algunas amigas, pero la inesperada muerte del gato pronto convertirá el disfrute de la fortuna en una terrible pesadilla.
Es curioso decir que esta sería una obra menor por parte de Carlos Enrique cuando los elementos de la producción se ven mejor aprovechados que un sus anteriores cintas, tal vez sea debido a una menor intensidad en los momentos inquietantes. Lo cierto es que hay que destacar la manifestación tangible del espectro de la tía y su retrato insinuado a partir de gestos, pasos y ornamentos, tanto como un desfogue de erotismo más claro que el insinuado en Hasta el viento tiene miedo (bastante agradecible si tomamos en cuenta que en su tiempo las protagonistas, Claudia Islas, Susana Dosamantes, Helena Rojo y Lucía Méndez estaban de muy buen ver), lo cual también se convierte en un elemento para acendrar la victimización de las jovencitas –que es parte de la influencia del giallo- y las claras referencias literarias (Allan Poe en este caso, Henry James en El libro de piedra), que manifiestan la amplia cultura general que poseía el director.
Hubo que esperar después toda una década para que regresara tras las cámaras para contar otra historia de miedo, Veneno para las hadas, una magnífica fábula macabra con Ana Patricia Rojo en el papel de su vida como Graciela, la niña inteligente, malvada y de incipiente sensualidad convencida de ser una bruja que controla a la inocente Fabiola (Elsa María Gutiérrez) convenciéndola de que algunos sucesos misteriosos son obra de sus poderes. Para las vacaciones, Graciela prácticamente obliga a Fabiola a que la invite a pasarla en su casa de campo, donde preparará una pócima para acabar con las hadas, ya ahí, la situación de dominio se torcerá tanto como los acontecimientos hasta llegar a un desenlace tétrico.
Aquí ya la forma de tratar al cineasta fue muy distinta, el filme se llevó cuatro Arieles, incluidos los dos principales, mejor director y mejor película, aunque de nueva cuenta, su éxito mayor ha sido en el extranjero, donde es también objeto de culto. Con esta película Taboada cierra su ciclo como director en general, posterior a esta sólo destaca la mencionada etapa como guionista para La Telaraña, el resto de sus scripts son algo que sería preferible olvidar.
Para infortunio del cine, hay muy poca información sobre Carlos Enrique Taboada y su obra, como ya se ha apuntado, es difícil de conseguir; hay un serial muy bueno disponible en Cinefagia y una reseña con filmografía completa en Más de 100 años de cine mexicano, pero fuera de eso todo escasea, ojalá que alguien se de a la tarea de rescatar con un estudio en forma la carrera y obra de este artista, quien junto a Juan López Moctezuma forma la dupla más destacada de realizadores de cine de horror en México.



Aquí la escalofriante secuencia inical de Hasta el viento tiene miedo.





Hasta el viento tiene miedo. México, 1967
Dirección: Carlos Enrique Taboada
Producción: Jesús Grovas
Guión: Carlos Enrique Taboada
Fotografía: Agustín Jiménez
Escenografía: Javier Torres Torija
Maquillaje: María del Castillo
Edición: José W. Bustos
Sonido: Eduardo Arjona, Galdino Samperio y James L. Fields
Intérpretes: Marga López; Maricruz Olivier; Alicia Bonet, Norma Lazareno
Un trailer casero de El libro de piedra encontrado en Youtube


El libro de piedra. México, 1968
Dirección: Carlos Enrique Taboada
Producción: Adolfo Grovas
Guión: Carlos Enrique Taboada
Fotografía: Ignacio Torres
Maquillaje: Sara Mateos
Edición: Carlos Savage
Efectos Especiales: Ricardo Sáinz
Sonido: Javier Mateos y Salvador Topete
Intérpretes: Marga López, Joaquín Cordero; Norma Lazareno; Aldo Monti; Lucy Buj; Jorge Pablo Carrillo

Más negro que la noche. México, 1974
Dirección: Carlos Enrique Taboada
Producción:
Guión: Carlos Enrique Taboada
Fotografía: Daniel López
Edición: Carlos Savage
Sonido: Manuel Topete
Intérpretes: Claudia Islas; Susana Dosamantes; Helena Rojo; Lucía Méndez
La pequeña Ana Patricia Rojo desbordando su fantasía en Veneno para las hadas.


Veneno para las hadas. México, 1984
Dirección: Carlos Enrique Taboada
Producción: Héctor López
Guión: Carlos Enrique Taboada
Fotografía: Guadalupe "Lupe" García
Maquillaje: Magdalena Eirs Anda
Edición: Carlos Savage
Sonido: Efrén Marín Rojas
Intérpretes: Ana Patricia Rojo; Elsa María Gutiérrez; Leonor Llausás; Carmela Stein;

lunes, 15 de octubre de 2007

La nave de los monstruos



Mucho tiempo antes que HAL 9000 perdiera la razón y persiguiera a muerte a sus tripulantes; mucho antes que R2D2 entregara el mensaje que desataría la rebelión contra el Imperio; mucho mucho antes de que el agente Deckard se viera en líos para retirar a los androides replicantes de la tierra, mucho antes que eso, un robot entonó canciones rancheras. He mencionado antes el cruce desvergonzado de géneros que en México se uso en afán de la taquilla, así como de la creación del monstruo campirano como aportación del país a la ficción universal, pues bien, La nave de los monstruos es un ejemplo fehaciente de esas afirmaciones y ha sido seleccionada a manera de paréntesis dentro del ciclo de comentarios de cintas de horror nacionales como muestra del mencionado cruce, sobre todo porque en México es poco conocida, en tanto que en el extranjero casi alcanza la categoría de culto. Absolutamente psicotrónica, la trama ya de entrada es de un absurdo antológico: en Venus los hombres se han extinguido, de manera que es menester conseguir varones a fin de que la raza no desaparezca, tal misión se encomienda a Gamma (Ana Bertha Lepe) y Beta (Lorena Velázquez, de quien no me explico por qué nunca dejaron que conquistara el mundo), quienes colectan a 4 seres de diversos planetas, se supone los ejemplares más hermosos de cada uno, pero el gusto de las muchachas se nota bastante errático, pues reclutan a un enano con el cerebro de fuera, una obesa araña de pata retractil, un cíclope orejón y escamoso y el esqueleto (no rumbero) de algún galgo bípedo. A media misión la nave se estropea, por lo que las muchachas deben aterrizar en la tierra, planeta que al parecer no estaba incluido en la recolección pese a que los habitantes de este son muy similares a las venusinas (con lo cual la sospecha de que andaban muy erradas adquiere peso). Mientras el robot Tor hace los arreglos a la nave, las exploradoras bajan a ver que tal el ambiente terrestre y se encuentran con Laureano (Piporro), ranchero cantarín, hablador y enamorado que ni tardo ni perezoso les explica (canción de por medio) qué es el amor, sentimiento desconocido por las venusinas, con lo cual desata un triángulo pasional que pone en peligro a la tierra. De pronto Beta muestra su secreto, es una vampira. Gamma se ve forzada a detenerla y la malévola chupasangre escapa con el cinturón de poder, una especie de radio de transistores que según se dice, posee un poder terrible. Libera a los monstruos y les encomienda tareas específicas para consumar su plan de conquistar el mundo y que los vampiros reinen el universo (nunca dicen hasta esa fecha cuantos planetas llevaban anotados en su score), sin embargo, los casi invencibles hombres (o monstruos o lo que sean) del espacio con lo único que consiguen acabar es con la vaca de Laureano. Finalmente (el como no importa, de cualquier manera no tiene coherencia) Laureano, su pequeño hermano, el robot Tor y Gamma se enfrentan a los malos, a los cuales vencen con suma facilidad, pese a que como decía antes, se habían señalado como casi invencibles. Gamma se comunica con la jefa de las venusinas y le informa que no volverá, pues ha encontrado en Laureano el amor, pero les envía a Tor para que les explique de qué se trata eso. Tor en tanto emprende el viaje de regreso a Venus acompañado de la rockola de Laureano, a la que abraza amorosamente para entonarle una canción.


Hay que señalar que esta película se debe ver con el sentido del humor dispuesto, de lo contrario se puede sufrir un severo coraje. La irresponsable trama, la incoherencia narrativa, las muy malas actuaciones y la ausencia de ritmo pueden generar fuertes quejas y por el contrario, un visionado comprensivo nos da luces del punto que tratamos y permite pasar un buen rato. Rogelio A. González es uno de esos casos de directores completamente disparejos; dirigió bodrios como Chanoc (1967), El sexo sentido (1981) y Escuela de rateros (1958) lo mismo que cintas brillantes como El esqueleto de la señora Morales (1960) y Escuela de vagabundos (1955), por lo que no se puede pensar que La nave de los monstruos haya sido deliberadamente malecha. El maestro Eulalio González, Piporro, salva la película con algunas frases ingeniosas y un monólogo desternillante que cuenta en la cantina, pero incluso su actuación se ve fuera de ritmo, pareciera que ninguno de los involucrados leyó el guión previamente. El resto de la comedia lo brindan las fallas técnicas, que incluyen un cambio de ropa en Gamma entre un encuadre y el siguiente, una completa visión del arnés que eleva a Piporro en un momento donde se supone que vuela y una vista de la tierra desde el espacio exterior… con todo y división política y líneas ecuatoriales. A diferencia de El Barón del terror o El vampiro sangriento, no se nota aquí un respeto por el trabajo ni un interés de hacer una decente película palomera. La nave de los monstruos se estrenó en 1960, cuando ya la industria del cine mexicano se encontraba en decadencia y en lugar de apostar por las ideas, los productores se inclinaron a reciclar lo peor del cine B y las comedias insulsas con monstruos de Abbott y Costello, usando para ello a una caterva de comediantes mexicanos decadentes, como el Loco Valdés, Clavillazo, Resortes o el propio Tin Tán ya en el franco declive de su carrera. La comedia en México atravesó entonces una etapa terrible que no ha podido regenerarse y de paso se llevó al cine fantástico, que después de eso ya no pudo si no ser visto como una vacilada para entretener a los niños. En USA la cinta fue rescatada a finales de los 80 y ya ha sido lanzada en DVD. Genera en aquellos rumbos, al igual que en algunos países de Europa, una devoción por parte de los devoradores de cintas extrañas y amantes de lo psicotrónico, quienes la valoran precisamente por su incuantificable número de errores. Por mi parte, considero que se trata de un intento fallido de chispazos geniales, todos ellos merced a la alta calidad de Piporro y Lorena Velázquez. Por eso y en nombre de lo bizarro, vale la pena verla.

Aquí les dejo uno de los enfrentamientos del valeroso Piporro vs los extraterrestres, en You Tube pueden encontrar otros ejemplos de la película




La nave de los monstruos. México, 1960

Director: Rogelio A. González
Producción: Jesús Sotomayor Martínez

Guión: José María Fernández Unsáin, Alfredo Varela

Fotografía: Raúl Martínez Solares

Edición: Carlos Savage

Efectos especiales: Juan Muñoz Ravelo

Maquillaje: Rosa Guerrero

Con: Eulalio González Piporro; Ana Bertha Lepe; Lorena Velázquez;

Y los monstruos de las galaxias: Uk; Uttir; Tagual; Tor y Zok

lunes, 8 de octubre de 2007

El vampiro sangriento




Dentro de las aportaciones del cine mexicano al mito de los vampiros hay que destacar la del monstruo campirano, explotada en un montón de cintas en las que estos seres, acompañados de otros provenientes de las más recónditas fuerzas del mal, eran un mero vehículo para comedias de pésima factura. Sin embargo, hay otra aportación, mucho menos conocida pero sin duda de mayor valía en la búsqueda de la destrucción de dichos muertos vivos y el director Miguel Morayta la describió en su cinta de 1962 El vampiro sangriento.
La historia comienza con lentísimo ralentí en el que vemos un carruaje tirado por briosos caballos y guiado por la mismísima muerte, en él viaja el conde Frankenhausen (Carlos Agostí), quien reclama mayor velocidad al cochero pues hay que llegar al destino antes que termine la luna llena… aún y cuando vemos que la acción transcurre a plena luz del día.
Más adelante pasamos a otra secuencia en la que el profesor Bálsamo de Cagliostro (no es broma, así se llama y es interpretado con toda seriedad por Antonio Raxel) ofrece una cátedra a su hija; futuro yerno; Gestas, el mayordomo y algunos invitados más, acerca del mundo vampírico. Gracias a los avanzados conocimientos del profesor nos enteramos que el vampirismo es una enfermedad; que existen dos tipos de vampiros, los vivos y los muertos, los vivos contagian y los muertos no hacen nada (…) y que de hecho sólo hay una familia de estos seres descendientes de la casta de los Frankenhausen, a los que la familia Cagliostro se ha dedicado a buscar y exterminar desde el siglo XII de nuestra era. En posterior y última clase -pues al día siguiente partiría el profesor a un misterioso y largo viaje-, continuamos aprendiendo acerca de estos seres y como curar su enfermedad con la revelación de la aportación que mencionaba líneas arriba: los vampiros se convierten en tales seres porque al serles absorbida la sangre en una mordedura, el rojo líquido se ve sustituido por una sustancia llamada “vampirina”, la cual los pone en tan deplorable estado. Por fortuna, don Bálsamo ha encontrado la cura para el vampirismo (aunque no menciona si pasado el tratamiento el paciente vuelve a la vida o sólo pierde sus viciosos apetitos), que radica nada menos que en el ácido bórico, el cual se debe suministrar por medio de una compleja máquina directamente al corazón del enfermo (¿no es ácido bórico lo que se usa para fabricar los gises contra cucarachas?).
En tanto, la condesa Frankenhausen sufre de ataques constantes y comienza a ser tratada furtivamente por Ricardo, el joven prometido de la señorita Cagliostro. La muchacha, de nombre Ana, posee una gran curiosidad científica y alma aventurera, merced a la cual se decide a hacerse pasar por huérfana e ir a servir como doncella de la condesa. Tan pronto llega la joven a la casona del conde, este queda prendado de ella y se dedica a acosarla y pedirle que sea su nueva esposa, sin embargo, las pruebas de que Frankenhausen pertenezca a la familia de los vampiros no se presentan e incluso Ricardo comienza a dudar de esa idea, hasta que el propio conde descubre la verdadera identidad de la doncella y desata su ira abandonando su finca para irse a la Laguna de la Muerte, donde tiene su otra guarida y permanece escondida la primogénita de los condes.
Ricardo y Gestas parten tras el vampiro y para rescatar a la heredera Cagliostro y se enfrentan al conde convertido en murciélago, hasta que el fuego envuelve todo y el monstruo huye.
Al día siguiente, el profesor Bálsamo ha regresado, suponemos que ha sido puesto al tanto de todo, pues cierra con esta frase inmortal: ya ha pasado todo, ¡menos el peligro que amenaza a la humanidad!
Morayta, desigual cineasta cuyo máxima obra es la deliciosamente perversa Hipócrita (1949) aprovechó la inspiración para crear un dípitico muy poco conocido pero bastante interesante acerca del mundo de los vampiros, que arranca con la película aquí comentada y concluiría al siguiente año -a pesar que fueron rodadas simultáneamente- con la secuela La invasión de los vampiros, gracias a la cual entendemos la razón porqué El vampiro sangriento tiene un final sombrío en el que el bien no resultó triunfador, lo cual era una idea casi impensable para el cine mexicano de ese tiempo, salvo, claro está, en el melodrama cabaretero.
El resultado puede ser tan cuestionable como gozoso de acuerdo con los gustos del espectador, no se puede negar por parte del director una clara intención para contar seriamente una historia gótica, como tampoco se puede negar la inocencia de la retórica pretendidamente poética en los diálogos de los personajes y la baja calidad de los efectos especiales –creo que en los estudios Churubusco Azteca sólo tenían en utilería un murciélago como de un metro de largo, con cara y orejas de conejo que es el mismo usado en esta y muchas otras cintas de vampiros y monstruos en general-, aunque hay que mencionar que el maquillaje si está muy bien realizado y en ocasiones, como en la escena donde vemos cruelmente mutilado a Lázaro, uno de los sirvientes del conde, resulta bastante efectivo e inquietante. Por cierto, otro de los aciertos de la cinta son las buenas actuaciones de algunos personajes, como el mencionado Lázaro, interpretado brillantemente por Enrique Lucero y la frau Hildegarda, tremenda dominatrix victoriana y mano derecha del vampiro, encarnada por Bertha Moss.
Hasta donde pude encontrar, esta película se encuentra en DVD (edición hecha en USA, obviamente) en los sitios de costumbre vía Internet y en eMule se puede descargar una versión grabada directamente de la televisión, seguramente en uno de los maratones de horror que de cuando en cuando presenta el canal de cable De Película.
Aquí una escena donde vemos en plena acción al temible conde Frankenhausen.


El vampiro sangriento. México, 1962
Dirección: Miguel Morayta historia y guión:Fotografía: Raúl Martínez SolaresMúsica: Luis Hernández BretónEdición: Gloria SchoemannDirección de arte: Manuel FontanalsMaquillaje: Armando MeyerProtagonizan: Carlos Agosti (Conde Siegfried von Frankenhausen); Erna Martha Bauman (Condesa Eugenia Frankenhausen); Raúl Farell (Dr. Ricardo Pizarro); Begoña Palacios (Anna Cagliostro); Bertha Moss (Frau Hildegarda); Francisco A. Córdova (Gestas); Enrique Lucero (Lázaro); Antonio Raxel (Profesor Bálsamo de Cagliostro).

martes, 2 de octubre de 2007

El Barón del terror




Con toda seguridad, la gente recuerda a Abel Salazar principalmente por su rol como el taciturno y pesimista pero muy machito José Luis García en la saga de Los Tres García, una de las más taquilleras de Pedro Infante. Los méritos propios de Salazar, sin embargo, son incluso superiores a los del multimencionado ídolo de Guamuchil y su carrera, hablando de la parte interna de la industria del cine mexicano, mucho más sólida.
Si bien la trayectoria de Salazar como productor, director, actor y escritor se inclinó abiertamente hacia el melodrama y la comedia, gracias a su casa productora, ABSA, se realizaron buena parte de las mejores cintas de horror y fantástico que ha dado nuestra cinematografía, así como la que quizá se pueda considerar como la joya de la corona de lo bizarro mexicano: El Barón del terror.
El Barón del terror (Brainiac, como es conocida internacionalmente) resulta un caso aparte dentro de las producciones de ABSA, que si bien se dirigía al entretenimiento por la vía sencilla, siempre mantenía un cuidado particular en películas que en otros latitudes se hubieran clasificado como de serie B, baste recordar la solidez general como obra cinematográfica que representa El Vampiro, primera incursión de la productora en el género y que casi desde su estreno se ganó un lugar importante en la historia del cine mexicano. El Barón, sin embargo, es un producto delirante por completo, la trama, las actuaciones, los efectos especiales y en particular la representación del monstruo parecen estar hechos por una mente genial y retorcida. Poco más o menos, la historia es la siguiente:
En 1611, el Barón y alquimista loco Vitelius de Astara (de origen desconocido y jamás confesado, según el tipo que lee su currícula) es condenado por el terrible tribunal de la Inquisición a morir en la hoguera por una cadena de delitos que van de la herejía, hechicería y nigromancia hasta la seducción de féminas casadas y solteras. Antes de ser encendido cual cerillo, el Barón lanza una maldición sobre los descendientes de aquellos que lo mandaron a la pira y jura regresar dentro de 300 años, junto con un extraño cometa que en ese momento surca el cielo, para cobrar su venganza.
Ya en 1961, el Barón regresa a la tierra convertido en un monstruo barbado, manos con dos ventosas, de bifurcada lengua siempre colgante y una extraña manera de respirar que hace que toda la cara se le contraiga a cada resuello. Aún más, cuando el Barón se encuentra en su forma humana se alimenta de cerebros humanos que de alguna manera secreta se mantienen frescos a pesar de ser almacenados en gruesos baúles de madera. Ya instalado en un viejo castillo, Vitelius se da a la tarea de ubicar a los sucesores de aquellos que lo condenaron, mismos que por mera casualidad viven relativamente cerca uno de otro y frecuentan el mismo círculo de amigos.
El resto son detalles que dan sabor a la historia, una pareja de jóvenes enamorados bajo la tutela de un astrónomo renombrado, un par de detectives no muy brillantes y Mauricio Garcés como el atribulado forense que no puede explicar los crímenes que se le presentan al paso de los días. Cada acción se presenta de una manera que no se puede concebir como real aún en términos de la realidad interna de la ficción y sin embargo, no se puede decir que la dirección de Chano Urueta sea incorrecta, hay un buen manejo de los recursos cinematográficos en general y es notable la intención de realizar un trabajo a todas luces increíble. Este punto puede deberse a una intención para comercializar la película en el extranjero, dado que en México la crítica hacia el cine fantástico siempre fue devastadora en tanto que en el extranjero se vendían bien y de hecho fue en otros países que esta y otras cintas de género mexicanas se han convertido en objetos de culto, lo cual a su vez puede ser explicado por el respeto que se ve en gran parte de las cintas de horror y fantásticas mexicanas, es decir, hasta la más humilde caja de cartón pintada con pintura metálica para simular una compleja máquina científica o la más burda retroproyección, se notan trabajadas con la convicción de que eso va a convencer al espectador.
Los derechos de la película fueron adquiridos por el legendario K. Gordon Murray y por ende fue doblada al inglés, que se convirtió en la única manera de poder ser adquirida por los coleccionistas durante muchos años, hasta que recientemente ha sido re lanzada en DVD con el audio original en español remasterizado e incluso ha conseguido espacio en la televisión abierta, a mediados de años fue programada en sesión vespertina en un canal de la televisora mexicana Televisa, lo cual se puede considerar como un pequeño acto de justicia para esta obra.
El Barón del terror se puede conseguir en DVD en las páginas de costumbre, fue editada por Casa Negra Entertainment en un set que contiene incluso un juego de lotería de monstruos del cine mexicano. También se encuentra una versión bastante buena en eMule.






El Barón del terror. México, 1962
Dirección: Chano Urueta
Producción: Abel Salazar
Guión: Federico Curiel, Antonio Orellana y Alfredo Torres Portillo
Fotografía: José Ortiz Ramos
Edición: Alfredo Rosas Priego
Diseño de producción: Javier Torres Torija
Efectos especiales: Juan Muñoz Ravelo

lunes, 18 de junio de 2007

Inland Empire



Siempre que se estrena una nueva película suya me pregunto ¿Qué es lo que pretende David Lynch?, ¿hacia donde se dirige su obra?, o mejor aún, ¿hay alguna dirección en su obra? No lo se, y lo peor es no dejo de maravillarme con cada nuevo fragmento de una de las creaciones personales más impactantes que ha dado el cine en su historia.
Recuerdo que hace años leí en un artículo que Lynch trabajaba sobre universos paralelos que se encuentran tangencial aunque muy periódicamente en cada una de sus cintas. La idea me gustó, era lo suficientemente buena para dejar de volverme loco tratando de descifrar Twin Peaks (1992). Sin embargo, ahora pienso que ese es más bien un concepto incompleto para tranquilizarnos luego del ataque neuronal que nos arroja con cada película este críptico director; finalmente opté por la interpretación múltiple de cada una de sus películas, incluso con Una historia sencilla (The straight story, 1999), sumamente bizarra, no por sí misma, sino porque al tratarse de una historia digamos convencional, se convierte en una extraña paradoja dentro de la filmografía Lynchniana.
El asunto es que el anuncio de El Imperio (Inland Empire, 2006), su más reciente película, generó de inmediato expectativas entre sus múltiples fans, que no conformes con varios años sin acabar de entender Mulholland Drive, (2001) todavía pedíamos a gritos un nuevo rompecabezas, nadie sabía de que trataba y la confusión fue mayor cuando en una entrevista declaraba que cuando los productores le preguntaron en qué estado se encontraba en el rodaje, contestó: “Les dije dos cosas: estoy rodando en video digital y no sé lo que estoy haciendo”. Caray. ¿Cómo puede reaccionar uno ante eso?
Tratar de explicar de que trata Inland Empire sería caer en la trampa colocada por el director, llegar al convencionalismo de alegar que toda película debe contar una historia que por muy distorsionada que se presente, terminará siendo lineal en su desarrollo, simplemente porque no se puede contar una historia de otra manera. Buscar hacer eso es lo que puede inducir a la locura… o tal vez lo que pretendía Lynch era exactamente lo contrario, que saliera algún despistado que escribiera: “Tratar de explicar de que trata Inland Empire sería caer en la trampa colocada…”, porque finalmente, en un código que sólo él puede descifrar, la cinta mantiene una coherencia lineal en su forma.
Por lo menos, ni en la Cineteca Nacional, actualmente manejada por señorones de la crítica y realización cinematográfica, quisieron entrarle al toro de explicarla y la sinopsis con que la acompañan para anunciar la participación de esta cinta en el Foro de este año es así de elocuente: En una película de Hollywood, cuyo guión se rumora que está hechizado, Nikki Grace y Susan Blue son actriz y personaje que, poco a poco, y a la manera abstracta del realizador David Lynch, intercambiarán papeles en un universo lleno de fragmentos y transfiguraciones.

¿Así o más ambiguo?
Por lo menos sabemos algunas cosas:
a). Que en Inland Empire regresa Laura Dern a colaborar con Lynch para entregarnos un personaje tan fabuloso como los que interpretó en otras obras del maestro, como Terciopelo azul (Blue velvet, 1986) y Salvaje de Corazón (Wild at Heart, 1990), con la diferencia que aquí, el proceso seguido por la(s) mujer(es) a quien(es) da vida es por mucho más complejo.
b). Que en esta ocasión, el propio Lynch manifestó la anarquía mental con la cual concibió la película, rodando secuencias y escenas sin conexión aparente y sin guión de por medio, improvisando a la mejor manera del free jazz.
c). Que hay algunos que dicen que existe una cierta continuidad entre Mulholland Drive e Inland Empire; no se, eso dicen y que cada quien saque sus propias conclusiones.
d). Que las tres horas que dura la película, serán una experiencia permanente para cada espectador, para bien, para mal, o para ambas cosas juntas.
e). Que Lynch es Lynch y finalmente a muchos con eso nos basta.

Es probable que Inland Empire no llegue a tener una corrida comercial, tanto como que quizá la única posibilidad de verla en el cine será en la proyección que habrá en San Luis Potosí en el Foro de la Cineteca, que entre junio y julio se presentará en el Cine Teatro Alameda.

Por supuesto, también se puede conseguir por medio de Emule (subtitulada en español) y no dudo que en breve la van a lanzar en dvd en México.
Aquí pueden ver el trailer en español

jueves, 5 de abril de 2007

¿Sangre nueva para el viejo horror mexicano?



La historia del cine fantástico en México es errática, plagada de prejuicios e infravalorada, por ello es complicado trazar un mapa para entender la trascendencia de las películas de este género dentro de la historia de nuestra cinematografía, la cual, avergonzada de sí misma, se niega a reconocer que lo que la mantuvo a flote durante largos años fue la realización de cintas de género y no los dramones intelectualoides eternamente auspiciados por IMCINE.
Quisiera decir que dentro de las ramas del cine fantástico, el de horror juega un lugar importante dentro de la producción nacional; sin embargo, la realidad es que desde sus inicios, la trasgresión de los géneros ha marcado al cine mexicano para reconvertirlos sin que ello implique el reconstruirlos; por el contrario, representa al sincretismo y aprovechamiento de las circunstancias como vías únicas para narrar una historia en la pantalla.
Temprano en los años 30 del siglo pasado se comenzó a explorar el horror en México a través de tres películas, La Llorona, de Ramón Peón; Dos Monjes, de Juan Bustillo Oro y El Fantasma del Convento, de Fernando de Fuentes, que trajeron consigo buenos augurios, pues las tres resultaron de excelente manufactura y si bien en la filmografía de los dos últimos directores se trató más bien de exploraciones (Peón, de origen cubano, continuó con una prolífica trayectoria dentro del cine fantástico en nuestro país), significaron las torcidas raíces del horror a la mexicana.
Escondido, como no queriendo hacerse notar, el horror siguió haciéndose presente en la cinematografía nacional, aunque con pocas y muy disímbolas cintas, como El baúl macabro (1936), de Miguel Zacarías; La Mujer Sin Cabeza (1944), de René Cardona; Memorias de una vampiresa (1945), del mencionado Peón o esa rareza ‘freak’ que es La rebelión de los fantasmas (1949), de Adolfo Fernández Bustamante.
En 1956 aparecerían dos películas que marcaron, entonces si, el enorme (y para muchos incomprensible) abanico del horror patrio. El serial El Jinete Sin Cabeza, dirgido por Chano Urueta con Luis Aguilar y Flor Silvestre en los protagónicos, combina elementos fantásticos con el cine campirano y todas sus características: canciones, drama, romance y comedia. En tanto, Fernando Méndez abre otra llave con Ladrón de cadáveres, en la que el entonces naciente cine de luchadores se emparenta definitivamente con monstruos y todo lo vinculado a lo sobrenatural.
A partir de películas como estas, la seriedad dejó de ser una característica de nuestro cine fantástico, en particular del horror, donde se llevó de lo delirante (La Momia Azteca Contra el Robot Humano, Rafael Portillo, 1958) a lo verdaderamente impúdico (¡Échenme al vampiro!, Alfredo B. Crevenna, 1963). En 1957, el actor Abel Salazar dio un giro a su compañía productora, ABSA, para financiar El Vampiro, también dirigida por Fernando Méndez, una muy lograda cinta de vampiros rurales con la cual se inicia el único ciclo formal de cine de horror mexicano, merced al amplio catálogo de películas realizadas por la productora de Salazar, mismas que provocaron asombro y generaron culto en Europa, en tanto que en nuestro país provocaron pena ajena a autoridades y críticos, muy a pesar de que, de acuerdo a lo que afirma Pete Tombs, en su libro Mondo Macabro: “Los nueve años entre 1957 y 1966 fueron los mejores del cine fantástico mexicano, y en 1961 casi una de cada cinco películas producidas tenía una orientación fantástica.”
Para los años setenta la producción de horror baja de manera considerable y sobresale entonces la figura de Juan López Moctezuma, como realizador de verdaderas joyas de terror con una carrera iniciada en 1973 con La Mansión del terror -historia basada en un relato de Edgar Allan Poe- y que alcanza su clímax con la mítica Alucarda, la hija de las tinieblas, de 1978. La carrera de López Moctezuma no fue nutrida en cuanto a número, pues desafortunadamente nunca contó con la venia del caciquil Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) y al no poder integrarse como director, su obra fue restringida, aunque también, al contar con versiones dobladas al inglés tuvo mayor alcance fuera del país.
Ya de los años 80 hacia acá, el nombre de horror se puede usar con todas sus acepciones a las películas del género en México, con ejemplos como Cementerio del terror (1985), de Rubén Galindo Jr. y Vacaciones de terror (1989), de René Cardona III, que verdaderamente causaban escalofríos, pero de lo malas que son. Habría que esperar hasta 1993 para que apareciera una película buena y la espera se colmó con creces.
Cronos, ópera prima de Guillermo del Toro, se convirtió en una de las mejores realizaciones en la historia de nuestro cine y la comprobación de que el género fantástico puede crear obras de arte; sin embargo, las condiciones para desarrollar la carrera del director no estaban dadas y desde su segunda producción trabaja paralelamente en Hollywood y España, exportando su enorme talento.
Pasando Cronos, el desierto del horror mexicano se volvió más seco y hubo solamente algunas producciones de videohome que trataron de rescatar el tema hasta este 2007, año en que al parecer se cierra un ciclo con el estreno de Kilómetro 31, primer largometraje de Rigoberto Castañeda donde se retoma al personaje de la Llorona, mezclada con leyendas urbanas y mucho del horror oriental actual para entregarnos una película con deficiencias en guión y actuaciones, pero hecha con excelente producción y sobre todo, muchas ganas y calidad en los efectos visuales; así, si La Llorona de Peón introdujo el horror a Mexico, esperemos que Kilómetro 31 marque la entrada del género a las grandes ligas nacionales y deje de ser estigmatizado por autoridades y crítica.
¿Y por qué no? Que venga una nueva era para el cine de terror en nuestro país.

jueves, 29 de marzo de 2007

300



La adaptación de comics a la pantalla es actualmente una tendencia que ya forma parte inseparable de Hollywood, tanto por lo redituable de las realizaciones como por la comodidad de trabajar sobre una historia ya hecha ante la larga sequía de talento en los guionistas de la mal llamada meca del cine; así, cuando antes causaba expectativa saber como y cual sería la siguiente adaptación, hoy la curiosidad se centra en cual será más fiel o menos mala.
300 es, como todo mundo sabe ya, una adaptación a la novela gráfica del mismo nombre realizada por Frank Miller, cuyo nombre se hiciera famoso en el mundo del cine por la adaptación que hiciera de su obra Sin City el director Robert Rodríguez. En ella se narra de manera libre la guerra de las Termópilas, librada en el siglo IV A.C. entre varias naciones griegas contra del imperio persa, el ejército más grande de aquel tiempo (las cifras de los historiadores varían de 250 mil a 2 millones de guerreros en esa batalla). La historia nos dice que entre las fracciones de los griegos se reunían alrededor de 6 mil soldados; en el caso del comic de Miller y, en consecuencia, de la película, se prescinde de todas las naciones excepto de los espartanos, que eran apenas 300 (bueno, los soldados, entre comitiva y demás debieron haber llegado a los mil, pero también se recortó a estos últimos para mayor efecto dramático). En ese sentido, 300 re inventa la historia para dar mayor énfasis al coraje y valentía de los espartanos -algo de lo que se había encargado ya la historia- y convertirla en todo un homenaje a la testosterona en su estado más puro.
La historia ya había sido contada anteriormente tanto en comic como en el cine; el Dios de la historieta Alberto Breccia llevó a su personaje Mort Cinder a combatir en las Termópilas, con un apego más cercano a los hechos históricos, en tanto que en 1962 Rudolph Maté llevó al celuloide la historia en The 300 spartans, conocida en español como El león de Esparta, la cual no he visto, pero según consigna la Wikipedia, fue vista en su tiempo como un paralelismo entre los soviéticos (obviamente los persas) y el mundo occidental (adivinaron, los espartanos).
El cariz propagandista en una película es sin duda algo muy estúpido, a pesar de que su amañado uso nos haya brindado maravillas como Casablanca (Michael Curtiz, 1942), y en el caso de 300 ya más de 10 listillos han buscado en la cinta un mensaje pro belicista a favor de George Bush, lo cual me parece ridículo, pues si nos ponemos a pensar un poco, en todo caso los espartanos podrían ser los guerrilleros iraquies, que le están zumbando duro al ejército y nación más poderosa del mundo, de manera que en todo caso el terrorista Bush se podría comparar con el insolente rey persa.
Hablando ya de la película en si, hay que decir que es toda una experiencia, más allá de algunas deficiencias en el guión, el uso excesivo de la cámara lenta y los 300 machos muy machos comandados por un rey Leónidas más malencarado que Pedro Armendáriz, el director Zack Snyder consigue hacer una película inolvidable. Cuando ví el primer trailer de la película y leí las notas relacionadas, lo primero que pensé fue que ojalá el uso total de pantalla verde para luego crear los fondos, así como la manipulación de imágenes por computadora en toda la cinta no fuera a resultar en un defecto insalvable y afortunadamente no fue así, pues ambos recursos son muy bien aprovechados por el director, de quien no se podía esperar menos luego de su debut con la genial El despertar de los muertos (Dawn of the dead, 2004), con la cual reivindicó el sub género de los zombies; la adaptación resulta lo que el director pretendía, un comic cuyas viñetas cobraran movimiento, lo cual le quedó bastante bien.
Quien se ponga pesado podrá decir pestes en cuanto a cuestiones como vestuario, diseño de personajes, cuestiones históricas o la aparición de seres casi sobrenaturales –lo que es muy común en la obra de Miller, vale decir-, pero a fin de cuentas esta es una película de escape, que se debe disfrutar como un espectáculo cinematográfico y ya, sin rebuscarle a temas que no vienen al caso y solo perturban el disfrute, hay cintas para todo gusto y esta es para estimular la adrenalina y pasar un buen rato, cometido que cumple con creces, por tanto, ni me detendré a rebatir a quienes cuestionan la película ni me pondré a alabar sus virtudes estéticas y formales, algo ocioso y que en todo caso me gustaría hacer con ustedes. En cambio, sólo diré que esta es una película que definitivamente hay que ver.

jueves, 8 de marzo de 2007

Kilómetro 31


Con la llegada de Kilómetro 31 renace el género de horror en la producción cinematográfica mexicana y al mismo tiempo parece cerrarse un ciclo.
En 1933, el cine de género nace en México con La Llorona, de Ramón Peón, un director cubano que vino a nuestro país a realizar una larga carrera dentro del género fantástico y, como no, del entrañable melodrama de la llamada “época de oro”. En su momento, Peón supo aprovechar las variadas versiones que corren en torno a la figura de La Llorona a lo largo de todo México para contar una historia en la que una serie variada de elementos se sincretizaban para crear una atmósfera particular a la necesidad de la historia, recurso que fue después explotado hasta sus límites a lo largo de nuestra cinematografía.
En este sentido, la historia del cine de horror local se ha visto más permeada de sentidos, sinsentidos y raíces locales que muchas cinematografías del mundo, baste recordar al Maestro Eulalio González “Piporro” combatiendo a punta de canciones a una serie de monstruos interestelares -hechos con base en cartón, claro- en La nave de los monstruos (Rogelio A. González, 1959); o más recientemente, ya en los años 80, con las afortunadamente breves copias de cintas slasher tipo Viernes 13 con Pedro Fernández, en aquel tiempo aún Pedrito, como protagonista.
Pues bien, esta tendencia sigue siendo patente hoy día. Kilómetro 31, ópera prima de Rigoberto Castañeda, narra la historia de Catalina y Ágata Hameran, hermanas gemelas que tienen un nexo telepático con el cual se comunican entre si. Una mala noche, en plena carretera hacia el Desierto de los Leones, Ágata atropella –o al menos eso cree- a un niño, lo que a su vez le provoca a ella ser arrollada y seriamente lastimada. Sin embargo, el accidente guarda un grave misterio, y a partir de ese momento, Catalina, apoyada en su novio y el novio de la hermana, tendrá que resolver un caso que involucra a la Llorona (cerrando el círculo que inició Peón), su hijo y una serie de accidentes mortales provocados por seres de ultratumba.
La premisa es buena, de hecho la idea de combinar una leyenda antigua con modernas leyendas urbanas es bastante atractiva, y la producción de la cinta no tiene desperdicio, hay una excelente calidad en todos los aspectos técnicos, léase iluminación, efectos especiales, locaciones, maquillajes, etcétera. La difusión, por su parte, también fue bastante buena, podríamos decir que al parejo de las películas hollywoodenses impulsadas por las grandes cadenas distribuidoras, con lo cual Kilómetro 31 tiene todo para ser el cañonazo de taquilla que ha resultado y lo merece con todas las de la ley.
No obstante, hay un grave problema, bueno, dos. Uno, las actuaciones son demasiado tibias y por ende, poco convincentes; en casi toda la película no logramos identificarnos con Catalina o alguno de los personajes secundarios, amén de que los espectros principales –un primo de Toshio, el de Ju On y la sobrina de Sadako, de Ringu, o algo así- tampoco se concretan como una amenaza específica.
El otro problema es el guión en sí mismo, pues si bien comentaba líneas arriba que hay una muy buena premisa, esta se pierde en líneas dramáticas que no conducen a ninguna parte y diálogos que de tan acartonados resultan casi risibles, como en la parte en que la anciana bruja cuenta la historia de la Llorona, con una construcción de frases absolutamente irreal para el lenguaje hablado que se supone debiera corresponder al personaje.
Dos peros, que en verdad son pocos comparados con las ganas que se notan en la película, sin afán de hacer concesiones y decir que todo va bien, creo que el trabajo del director y su equipo va por muy buen camino, ojalá que continúe de esta manera y que tenga la suficiente capacidad de autocrítica como para corregir los errores; poco es el cine de horror que se hace en México, démosle aliento para que vaya creciendo.

martes, 27 de febrero de 2007

Tzameti 13


La vida de Sebástien está a punto de cambiar radicalmente.
Fastidiado de su pobreza, aprovecha la muerte del junkie a quien reparaba el techo de la casa para tomar su lugar en una misteriosa invitación de la cual Sebástien solo sabe que suplantar difunto le traerá una jugosa ganancia económica. Total, ¿Qué puede ser tan malo en llenarse de dinero?
Pues es tan malo como uno no deseara pensar, en un solo día el joven albañil descenderá a los infiernos para perder la inocencia de una manera espeluznante que no puedo contar sin soltar un spoiler que echaría a perder el encanto de la película. Es mejor verla, disfrutar la sórdida belleza de la realización o bien, horrorizarse de la vida y pensar en cómo se pueden hacer películas como esta.
Tzameti 13 es la ópera prima de Géla Babluani, francés de origen georgiano que, dado su lugar de nacimiento, conoció la violencia muy de cerca, razón por la cual su padre, también director de cine, decidió afincarse en Francia.
Años después, a sus 26 años, para ser exactos, Géla se estrena con un impresionante estudio sobre la violencia, realizado tan finamente que cuesta trabajo creer que es una primera película. El mismo director ha comentado que para hacer su cine se ha nutrido de viejas películas rusas y, seguramente, del cine negro de Melville.
Filmada en blanco y negro, la cinta es elegantemente minimalista. A partir de recursos muy breves y concretos –apenas un puñado de personajes; tres o cuatro locaciones, una anécdota simple- el director profundiza en lo absurdo de la violencia y la manera en que fácilmente se convierte en un mero entretenimiento para los menos escrupulosos y una opción extrema para los desesperados por librarse de la miseria económica. Si, es cierto, en momentos es una película predecible, pero ese detalle es también el que al final nos conduce a la reflexión. Definitivamente hay que verla para entenderlo… y para quedar unos días traumados cuando se encienda un foco.
Traducida con el título de Calle Tzameti 13, esta se proyectará en San Luis Potosí en la Muestra internacional de Cine el 27 de febrero, se consigue en DVD en los sitios web acostumbrados y se puede descargar con subtítulos en español del eMule.

jueves, 15 de febrero de 2007

El Camino a Guantánamo


Camino a Guantánamo aborda la odisea de cuatro ingleses de ascendencia árabe que se ven envueltos en la paranoica persecución norteamericana de terroristas de la peor manera posible. A medio camino entre la ficción y el documental, el film relata el viaje que el grupo realizó en 2001 desde Tipton, Inglaterra, a Pakistán para asistir a una boda. Por alguna razón no determinada, los jóvenes hacen escala de su viaje en Afganistán poco después del ataque a las Torres Gemelas y esa decisión inocente los conduce al infierno de la guerra y el encarcelamiento en la infame base militar estadounidense de Guantánamo, acusados de terrorismo. Allí son sometidos durante casi dos años a todo tipo de torturas físicas y psicológicas, suspendidos todos sus derechos humanos, y continuamente presionados para firmar declaraciones falsas.
La institucionalización de la violencia parece ser a la fecha la acción más notable de los países “avanzados” en este nuevo orden mundial. Si bien durante la Guerra Fría el miedo ya resultaba el arma más efectiva para controlar al planeta, a raíz de la caída del muro de Berlín el caos imperante hubo de ser controlado de la única manera que a la irracionalidad de las naciones poderosas -principalmente USA- les pareció rápida y barata: legalizar el uso de la violencia.
Camino a Guantánamo narra una de las historias que confirman el sistemático abuso a los derechos humanos cometido por el gobierno estadounidense para con sus prisioneros, sobre todo tras los sospechosos ataques a las Torres Gemelas en septiembre de 2001, hecho que le sirvió de pretexto para iniciar una sangrienta venganza disfrazada de “lucha contra el terrorismo”, que si bien debe ser erradicado, la manera de hacerlo evidentemente no es siendo igual de brutales que quienes lo practican. Importante por el hecho de mostrar una historia real a manera de docu-drama, así como por haber sido estrenada en medio de la polémica ley de Bush que legaliza la tortura como método de interrogación, la película se convierte en un instrumento para no olvidar que debemos tener cuidado antes de deshumanizarnos por completo y permitir que situaciones como las que se narran continúen sucediendo; sin embargo, si vemos el filme estrictamente desde el punto de vista cinematográfico… pues no encontramos un buen resultado.
El punto es que finalmente el filme es bastante ambiguo: si bien se muestra de una manera desgarrada la historia de los jóvenes que padecieron injustamente el encierro en la siniestra prisión, al final no vemos una postura clara por parte de los directores, aunque esto puede ser resultado del confuso montaje. En ese orden de ideas, habrá quien me eche en cara que la idea de un documental es presentar los hechos de manera objetiva, mas si así fuera, ¿por qué recrear prácticamente toda la historia?, ¿Cuál es el sentido de abordar las complicaciones del docu-drama si no se presenta una postura definida?.Michael Winterbottom -quien co-dirige con Michael Whitecross-, es un director consentido en festivales como la Berlinale, quizá porque su obra es difícil de clasificar al no seguir una línea continua; salta de temática en temática siempre arriesgando, aunque no siempre acertando (no olvidar la pesada 9 songs). En esta ocasión, regresa a la adaptación de hechos verídicos como antes hiciera con (esta si muy acertada) Bienvenidos a Sarajevo; la diferencia entre ambas estriba precisamente en la búsqueda del director por nuevas maneras de narrar historias, en el caso de El Camino… la intención de hacer algo vanguardista conduce a la confusión, y aunque finalmente entendemos el grueso de la historia, los cabos que quedan sueltos no son pocos. La actitud tranquila y sin rencores de los protagonistas de la historia, que aparecen de tanto en tanto a cámara para ofrecer su testimonio, es algo que provoca escalofríos, por ello desconcierta la, al menos en apariencia, ausencia de postura de los directores, vale la pena verla, como decía líneas arriba, aunque con el resto del comentario yo mismo parezca apuntar lo contrario. ¿Ven a qué me refiero con lo confuso de la película?.


Esta cinta pasará en San Luis Potosí como parte de la XLVIII Muestra Internacional de Cine el 17 de febrero, pero ya se consigue en DVD (otro hecho notable de la película es que al mismo tiempo se estreno en cine, televisión, DVD e internet) y por supuesto, en eMule y U Torrent.

jueves, 25 de enero de 2007

Babel, o el triunfo del wetback film



Una de las cosas más repulsivamente tradicionales de los políticos mexicanos es su eterno afán por colgarse de los triunfos ajenos ya que su profunda mediocridad no les permite alcanzar los propios. El numerito se repitió recientemente con el anuncio de los nominados al Oscar este año, que arrojó un total de 16 posibilidades en distintas categorías a tres películas realizadas por mexicanos y de entre las cuales destaca Babel, de Alejandro González Iñárritu, anuncio que no pocos aprovecharon para hablar del “triunfo que esto representa para México”, en fin.
A mi parecer, las nominaciones tienen dos lecturas: una alegre, que implica el orgullo de rebote que da el que tres de los mejores directores mexicanos actuales estén con grandes posibilidades en los poco serios pero siempre importantes premios Oscar; la otra es mucho más sombría y tanto o más real, implica la tristeza, el coraje e impotencia que da el hecho que ninguna de las tres películas (El Laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro y Los Niños del Hombre, de Alfonso Cuarón son las otras) pueda ser llamada mexicana; si, El Laberinto… compite como mejor película extranjera por nuestro país, pero viendo las cosas objetivamente, poco tiene de mexicana la producción, de hecho los españoles estaban contentos con la decisión de la Academia mexicana, pues decían que con la nominación de ésta, España tenía ya dos cintas en competencia.
Poco tienen que decir las “autoridades” políticas mexicanas en cuanto a lo que han conseguido los cineastas nacionales en el extranjero, pues el asunto tiene que ver más con la inexistencia de una industria fílmica y la estúpida negativa para apoyar la cultura, baste recordar que finalizando el año pasado, cuando un grupo de artistas e intelectuales que pedían un ajuste al presupuesto de cultura en 2007 se toparon con el diputado Marco Antonio Bernal, quien sintetizó el lugar que el arte merece al Estado al espetarles un contundente “¿Para qué darle dinero a esos jotos?” (La Jornada, 24 de diciembre de 2006). Para infortunio, el logro de los compatriotas es por completo individual, tanto los tres directores como el resto de los nominados (Adriana Barraza; Emmanuel Lubezki; Guillermo Navarro; Eugenio Caballero y Guillermo Arriaga) poco tienen que agradecer a México, que no les ha dado más que la necesidad de demostrar su talento en el extranjero, donde se puede alcanzar todo lo que las carencias del país impiden.
Cierto es que el nivel no es malo en el país, pero sinceramente es iluso pensar que algún productor local se hubiera atrevido a meterle dinero a un proyecto como Babel cuando bien sabe que invertir en una historia más de chilangos condichis o de lumpens tremendistas es lo que reditúa en la taquilla. Por ello quien tiene los recursos y contactos necesarios sabe que lo mejor es emigrar, hacer cine donde el negocio ofrezca más posibilidades que la de realizar cintas para adolescentes oligofrénicos.
Ahora bien, el asunto no es tampoco que el gobierno actúe de manera paternalista con el cine, pero si que haga lo necesario para incentivar el resurgimiento de una industria muerta desde la década de los 40 del siglo pasado y que legisle de manera que la impunidad de las distribuidoras y exhibidoras se acote y brinde oportunidades a las producciones locales. Cada sexenio se busca en los titulares de IMCINE una luz que aporte una mejoría para el cine y cada sexenio nos quedamos con un puñado de buenas intenciones y escasos resultados. En este sentido, creo que las nominaciones representan una cachetada con guante blanco a los discapacitados mentales que ocupan los puestos gubernamentales, lo malo del asunto es que su capacidad no les da ni para darse cuenta de la bofetada.

jueves, 11 de enero de 2007

Crimen por muerte


Desafortunadamente, las parodias han sido en buena medida un refugio más para la falta de talento de los guionistas hollywoodenses, habituados a conseguir la chuleta por medio de la vil copia de cosas ya realizadas, lo que con frecuencia redunda en malos fusiles de algo antemano malhecho.
Sin embargo, este de subgénero ha dado también excelentes películas. El secreto parece fundamentarse en no solamente repetir fórmulas hechas, sino contar con todos los elementos disponibles en torno a aquello a ser reinterpretado hasta volverlo inteligente y disfrutable. De hecho, es lo que se puede percibir por parte del maestro Neil Simon en el guión para Crimen por muerte (1976): un dominio previo de la literatura y el cine de detectives traducido en una obra muestra de erudición en la materia, con lo cual abrió las posibilidades de disfrute del público.
Crimen por muerte es una película poco conocida en México, de hecho no existe en el país una edición de la misma en DVD, lo cual es una lástima, pues se trata de una comedia de altos vuelos cuyo valor debería ser re considerado. El argumento es el siguiente: Los mejores detectives del mundo han sido invitados a cenar a la mansión del excéntrico potentado LionelTwain, quien a medio banquete anuncia a sus invitados que uno de los presentes será asesinado en punto de la medianoche. Quien resuelva el caso (o sobreviva) para el amanecer, será recompensado con un millón de dólares.
Si ya de entrada el hecho de haber sido escrita por Neil Simon, uno de los grandes guionistas del siglo XX, resultaba alentador para ver esta cinta, el casting aseguraba la calidad del trabajo, el reparto se nutre con la presencia de actores de la talla de Peter Sellers; Alec Guinnes; James Coco; Elsa Lanchester y hasta el mismísimo Truman Capote, quien por cierto brinda una excelente actuación.
Los personajes, con excepción de los interpretados por Guinnes, Capote y Nancy Walker -quien hace a una genial sordomuda-, son parodias de celebres detectives de la literatura (Sellers da vida a Sydney Wang, versión de Charlie Chan, de Earl Derr Biggers; Peter Falk es Sam Diamond, un presunto Sam Spade, el personaje de Dashiell Hammett; David Niven y Maggie Smith interpretan a Dick y Dora Charleston, parodia de Nick y Nora Charles, también creados por Hammett; James Coco es Milo Terrier, el famoso Hercule Poirot de Agatha Christie, en tanto que Elsa Lanchester interpreta a Miss Marble, evidentemente la Miss Marple de la mencionada autora de suspense) cuyas habilidades mentales son puestas en entredicho con el enigmático caso a enfrentar; de ahí parten la pseudos filosofía expresada por Wang cada que abre la boca, la excesiva flema británica de Dick y Dora, la dureza de Sam Diamond, quien no muestra piedad ante nada con su verborrea irónica y la clásica situación de la casa cerrada llena de sospechosos que se van descartando uno a uno, aunque aquí, por el contrario, vamos descubriendo en cada uno de los invitados razones para despacharse al anfitrión.
Volviendo a lo comentado líneas arriba, Simon realizó el guión a partir de su amplio conocimiento de las novelas de detectives; mas eso no implica que si el espectador no sabe nada al respecto, no vaya a disfrutar de la película, pero probablemente la gozará más mientras más conozca, así por ejemplo, el gag donde Peter Sellers se confunde en cuanto al origen oriental de su personaje resulta divertido por si solo, aunque no sepamos que Charlie Chan, el detective oriental por él parodiado, nunca se interpretó con actores orientales, sino por ingleses tan asiáticos como yo soy ario. Algo así como un chiste local entre guionista y lectores de suspense.
Peter Falk está también excelente en su parodia de Sam Spade, o más bien, de Humprey Bogart, sobre todo porque la incursión del personaje, perteneciente al género negro, ya de entrada marca un rompimiento con el estilo del resto del grupo, más orientado a la novela cerebral detectivesca, escenario que Falk aprovecha para dar una de las actuaciones más divertidas de su carrera.
La manera como se va conduciendo la historia, con base en continuas vueltas de tuerca, repercute de manera positiva en la comicidad de la misma, pues al volverse más compleja la situación también se va hacia el terreno del absurdo, del cual los actores saben sacar provecho y los diálogos geniales, sello de Simon, se reproducen al por mayor.
Crimen por muerte fue dirigida por Robert Moore, más conocido como director en Broadway que en Hollywood, donde salvo esta, no realizó otra película memorable. Quien sabe, quizá con el talento de guionista e intérpretes era suficiente para realizar una genialidad como esta, sin embargo, es para estarle agradecido por presentarnos una comedia inteligente, que tanta falta hace ver en estos años.
Recientemente dieron esta película por Canal Retro, y la reseña viene a cuento porque al parecer la van a programar de nuevo en este enero, para que estén al pendiente. También se puede conseguir en los sitios de Amazon y Preciomanía, o bien pueden descargarla del eMule, donde según se ve, hay una versión en español.
Y hablando de Retro, este mes van a pasar varias películas buenas, como Nuestro hombre en La Habana; Nido de ratas; Hair; Las aventuras del Barón de Münchaussen; El almuerzo desnudo; toda la saga (la clásica, no la vomitiva de hace unos años) de La Momia y tres versiones de La caída de la casa de Usher, incluidas el cortometraje de 1928, la versión de Jean Epstein del mismo año y la joyita de Roger Corman protagonizada por el maestrazo Vincent Price.

viernes, 5 de enero de 2007

Una Noche en el Museo


Debo confesar que no conocía el nombre de Shawn Levy antes ver los créditos de Una Noche en el Museo, y lo primero que me llamó la atención en sus referencias biográficas del sitio de Internet Movie Database fue encontrar destacado el hecho de que el tipo se graduó con honores de Yale a los 20 años. No suena mal. Luego busqué su currícula como director y me encontré con títulos como La Pantera Rosa (el remake de 2006), Más Barato Por Docena y Gordo Mentiroso.
El guión, por su parte, es una adaptación al libro de Milan Trenc escrito por la dupla Ben Garat - Thomas Lennon, quienes realizaron la adaptación hollywoodense para Taxi y una donde Vin Disel sale de niñera (lo siento, pero mi memoria fílmica no es tan promiscua como para recordar el nombre de esta). La edición, otro aspecto a considerar en el filme, corrió a cargo de Don Zimmerman, conocido por su trabajo en El vuelo del Fénix; El gato; Recién Casados y Un Paseo por la Nubes, entre otros.
Con eso queda todo claro.
Bueno, debió quedar claro desde el casting, pero fijarse solo en eso no es suficiente. El caso es que conjuntando a los protagonistas con los principales realizadores solo se podía obtener un resultado: una comedia ligera muy bien hecha. No adelantemos juicios, con esa frase no quiero referirme a esta como una buena película, sino que precisamente por la trayectoria de los involucrados en la misma, el resultado es el único posible: una cinta de fórmula bien estructurada para su palomero propósito, el de divertir a niños y público poco quisquilloso, lo logra bien, hay que admitirlo, tiene acción; algo de drama; varios gags chistosos; un velado romance y todo está debidamente dosificado, se nota que Levy memorizó bien sus notas escolares y sabe cuando soltar elementos que conduzcan a una emoción determinada al público, el guión no se desvía por vericuetos complicados y lleva de la mano al espectador hacia el final sin provocarle mayor esfuerzo y las actuaciones corren a cargo de una serie de comediantes taquilleros, por eso Una Noche En El Museo se ha convertido en el hitazo de la temporada navideña.
Sin embargo, evaluando la cinta con un poco más de rigor encontramos los contras: un trabajo pobre en contenido y riqueza cinematográfica que no pasa de ser efectista y -sobre todo- muy predecible, lo cual le resta las de por si pocas posibilidades a una historia acerca de un museo que cobra vida de noche; por ello las alusiones a otras películas como Jumanji y Zathura, es decir aquellas de lo que se podría denominar “diversión inocua”, no se hicieron esperar por parte de la crítica.
Personajes apenas esbozados, actuaciones planas (Mickey Rooney diciendo ofensas sustentadas en frases absurdas me pareció tan aburrido como el propio actor), efectos poco espectaculares e incluso una fotografía desganada –sorprendente, ya que fue realizada por el mexicano Guillermo Navarro, quien ha hecho cosas tan buenas como Cronos, El laberinto del Fauno y Cabeza de Vaca-, llevan a la película al fracaso como realización, aunque al mismo tiempo, y con ello se cumple otra paradoja hollywoodense, la acercan a la posibilidad de una cadena de interminables e igualmente exitosas secuelas.
El final –pueden seguir leyendo, no voy a contarlo, y de todos modos no importaría hacerlo- da luz en torno a un posible propósito de la misma, el de motivar a los niños a visitar los museos, que gracias al de Historia Natural de Nueva York, donde fue filmada, pueden ser vistos de ahora en adelante como un espacio mágico en el que cualquier cosa puede ocurrir, así como estimularlos a estudiar historia, lo cual, como también aprendimos, puede ser de gran ayuda en los momentos que uno tenga que enfrentar a una horda de hunos furiosos comandados por el mismísimo Atila.

Presentación


El juguete de Lumiere tiene como propósito principal contagiar de cinefilia a quien se tope en el camino. No pretendo que sea definitorio o catedrático, sino motivar a ver (o a no ver si es el caso) las películas comentadas. En cada entrada trataré de añadir enlaces de interés en torno a la cinta en cuestión, así como los lugares donde pueden conseguirse.Espero también que la verdadera riqueza del blog se de mediante el intercambio de comentarios de los lectores, los cuales agradeceré mucho.
Bienvenidos.

Alejandro Valencia González