viernes, 5 de enero de 2007
Una Noche en el Museo
Debo confesar que no conocía el nombre de Shawn Levy antes ver los créditos de Una Noche en el Museo, y lo primero que me llamó la atención en sus referencias biográficas del sitio de Internet Movie Database fue encontrar destacado el hecho de que el tipo se graduó con honores de Yale a los 20 años. No suena mal. Luego busqué su currícula como director y me encontré con títulos como La Pantera Rosa (el remake de 2006), Más Barato Por Docena y Gordo Mentiroso.
El guión, por su parte, es una adaptación al libro de Milan Trenc escrito por la dupla Ben Garat - Thomas Lennon, quienes realizaron la adaptación hollywoodense para Taxi y una donde Vin Disel sale de niñera (lo siento, pero mi memoria fílmica no es tan promiscua como para recordar el nombre de esta). La edición, otro aspecto a considerar en el filme, corrió a cargo de Don Zimmerman, conocido por su trabajo en El vuelo del Fénix; El gato; Recién Casados y Un Paseo por la Nubes, entre otros.
Con eso queda todo claro.
Bueno, debió quedar claro desde el casting, pero fijarse solo en eso no es suficiente. El caso es que conjuntando a los protagonistas con los principales realizadores solo se podía obtener un resultado: una comedia ligera muy bien hecha. No adelantemos juicios, con esa frase no quiero referirme a esta como una buena película, sino que precisamente por la trayectoria de los involucrados en la misma, el resultado es el único posible: una cinta de fórmula bien estructurada para su palomero propósito, el de divertir a niños y público poco quisquilloso, lo logra bien, hay que admitirlo, tiene acción; algo de drama; varios gags chistosos; un velado romance y todo está debidamente dosificado, se nota que Levy memorizó bien sus notas escolares y sabe cuando soltar elementos que conduzcan a una emoción determinada al público, el guión no se desvía por vericuetos complicados y lleva de la mano al espectador hacia el final sin provocarle mayor esfuerzo y las actuaciones corren a cargo de una serie de comediantes taquilleros, por eso Una Noche En El Museo se ha convertido en el hitazo de la temporada navideña.
Sin embargo, evaluando la cinta con un poco más de rigor encontramos los contras: un trabajo pobre en contenido y riqueza cinematográfica que no pasa de ser efectista y -sobre todo- muy predecible, lo cual le resta las de por si pocas posibilidades a una historia acerca de un museo que cobra vida de noche; por ello las alusiones a otras películas como Jumanji y Zathura, es decir aquellas de lo que se podría denominar “diversión inocua”, no se hicieron esperar por parte de la crítica.
Personajes apenas esbozados, actuaciones planas (Mickey Rooney diciendo ofensas sustentadas en frases absurdas me pareció tan aburrido como el propio actor), efectos poco espectaculares e incluso una fotografía desganada –sorprendente, ya que fue realizada por el mexicano Guillermo Navarro, quien ha hecho cosas tan buenas como Cronos, El laberinto del Fauno y Cabeza de Vaca-, llevan a la película al fracaso como realización, aunque al mismo tiempo, y con ello se cumple otra paradoja hollywoodense, la acercan a la posibilidad de una cadena de interminables e igualmente exitosas secuelas.
El final –pueden seguir leyendo, no voy a contarlo, y de todos modos no importaría hacerlo- da luz en torno a un posible propósito de la misma, el de motivar a los niños a visitar los museos, que gracias al de Historia Natural de Nueva York, donde fue filmada, pueden ser vistos de ahora en adelante como un espacio mágico en el que cualquier cosa puede ocurrir, así como estimularlos a estudiar historia, lo cual, como también aprendimos, puede ser de gran ayuda en los momentos que uno tenga que enfrentar a una horda de hunos furiosos comandados por el mismísimo Atila.
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