jueves, 29 de marzo de 2007

300



La adaptación de comics a la pantalla es actualmente una tendencia que ya forma parte inseparable de Hollywood, tanto por lo redituable de las realizaciones como por la comodidad de trabajar sobre una historia ya hecha ante la larga sequía de talento en los guionistas de la mal llamada meca del cine; así, cuando antes causaba expectativa saber como y cual sería la siguiente adaptación, hoy la curiosidad se centra en cual será más fiel o menos mala.
300 es, como todo mundo sabe ya, una adaptación a la novela gráfica del mismo nombre realizada por Frank Miller, cuyo nombre se hiciera famoso en el mundo del cine por la adaptación que hiciera de su obra Sin City el director Robert Rodríguez. En ella se narra de manera libre la guerra de las Termópilas, librada en el siglo IV A.C. entre varias naciones griegas contra del imperio persa, el ejército más grande de aquel tiempo (las cifras de los historiadores varían de 250 mil a 2 millones de guerreros en esa batalla). La historia nos dice que entre las fracciones de los griegos se reunían alrededor de 6 mil soldados; en el caso del comic de Miller y, en consecuencia, de la película, se prescinde de todas las naciones excepto de los espartanos, que eran apenas 300 (bueno, los soldados, entre comitiva y demás debieron haber llegado a los mil, pero también se recortó a estos últimos para mayor efecto dramático). En ese sentido, 300 re inventa la historia para dar mayor énfasis al coraje y valentía de los espartanos -algo de lo que se había encargado ya la historia- y convertirla en todo un homenaje a la testosterona en su estado más puro.
La historia ya había sido contada anteriormente tanto en comic como en el cine; el Dios de la historieta Alberto Breccia llevó a su personaje Mort Cinder a combatir en las Termópilas, con un apego más cercano a los hechos históricos, en tanto que en 1962 Rudolph Maté llevó al celuloide la historia en The 300 spartans, conocida en español como El león de Esparta, la cual no he visto, pero según consigna la Wikipedia, fue vista en su tiempo como un paralelismo entre los soviéticos (obviamente los persas) y el mundo occidental (adivinaron, los espartanos).
El cariz propagandista en una película es sin duda algo muy estúpido, a pesar de que su amañado uso nos haya brindado maravillas como Casablanca (Michael Curtiz, 1942), y en el caso de 300 ya más de 10 listillos han buscado en la cinta un mensaje pro belicista a favor de George Bush, lo cual me parece ridículo, pues si nos ponemos a pensar un poco, en todo caso los espartanos podrían ser los guerrilleros iraquies, que le están zumbando duro al ejército y nación más poderosa del mundo, de manera que en todo caso el terrorista Bush se podría comparar con el insolente rey persa.
Hablando ya de la película en si, hay que decir que es toda una experiencia, más allá de algunas deficiencias en el guión, el uso excesivo de la cámara lenta y los 300 machos muy machos comandados por un rey Leónidas más malencarado que Pedro Armendáriz, el director Zack Snyder consigue hacer una película inolvidable. Cuando ví el primer trailer de la película y leí las notas relacionadas, lo primero que pensé fue que ojalá el uso total de pantalla verde para luego crear los fondos, así como la manipulación de imágenes por computadora en toda la cinta no fuera a resultar en un defecto insalvable y afortunadamente no fue así, pues ambos recursos son muy bien aprovechados por el director, de quien no se podía esperar menos luego de su debut con la genial El despertar de los muertos (Dawn of the dead, 2004), con la cual reivindicó el sub género de los zombies; la adaptación resulta lo que el director pretendía, un comic cuyas viñetas cobraran movimiento, lo cual le quedó bastante bien.
Quien se ponga pesado podrá decir pestes en cuanto a cuestiones como vestuario, diseño de personajes, cuestiones históricas o la aparición de seres casi sobrenaturales –lo que es muy común en la obra de Miller, vale decir-, pero a fin de cuentas esta es una película de escape, que se debe disfrutar como un espectáculo cinematográfico y ya, sin rebuscarle a temas que no vienen al caso y solo perturban el disfrute, hay cintas para todo gusto y esta es para estimular la adrenalina y pasar un buen rato, cometido que cumple con creces, por tanto, ni me detendré a rebatir a quienes cuestionan la película ni me pondré a alabar sus virtudes estéticas y formales, algo ocioso y que en todo caso me gustaría hacer con ustedes. En cambio, sólo diré que esta es una película que definitivamente hay que ver.

jueves, 8 de marzo de 2007

Kilómetro 31


Con la llegada de Kilómetro 31 renace el género de horror en la producción cinematográfica mexicana y al mismo tiempo parece cerrarse un ciclo.
En 1933, el cine de género nace en México con La Llorona, de Ramón Peón, un director cubano que vino a nuestro país a realizar una larga carrera dentro del género fantástico y, como no, del entrañable melodrama de la llamada “época de oro”. En su momento, Peón supo aprovechar las variadas versiones que corren en torno a la figura de La Llorona a lo largo de todo México para contar una historia en la que una serie variada de elementos se sincretizaban para crear una atmósfera particular a la necesidad de la historia, recurso que fue después explotado hasta sus límites a lo largo de nuestra cinematografía.
En este sentido, la historia del cine de horror local se ha visto más permeada de sentidos, sinsentidos y raíces locales que muchas cinematografías del mundo, baste recordar al Maestro Eulalio González “Piporro” combatiendo a punta de canciones a una serie de monstruos interestelares -hechos con base en cartón, claro- en La nave de los monstruos (Rogelio A. González, 1959); o más recientemente, ya en los años 80, con las afortunadamente breves copias de cintas slasher tipo Viernes 13 con Pedro Fernández, en aquel tiempo aún Pedrito, como protagonista.
Pues bien, esta tendencia sigue siendo patente hoy día. Kilómetro 31, ópera prima de Rigoberto Castañeda, narra la historia de Catalina y Ágata Hameran, hermanas gemelas que tienen un nexo telepático con el cual se comunican entre si. Una mala noche, en plena carretera hacia el Desierto de los Leones, Ágata atropella –o al menos eso cree- a un niño, lo que a su vez le provoca a ella ser arrollada y seriamente lastimada. Sin embargo, el accidente guarda un grave misterio, y a partir de ese momento, Catalina, apoyada en su novio y el novio de la hermana, tendrá que resolver un caso que involucra a la Llorona (cerrando el círculo que inició Peón), su hijo y una serie de accidentes mortales provocados por seres de ultratumba.
La premisa es buena, de hecho la idea de combinar una leyenda antigua con modernas leyendas urbanas es bastante atractiva, y la producción de la cinta no tiene desperdicio, hay una excelente calidad en todos los aspectos técnicos, léase iluminación, efectos especiales, locaciones, maquillajes, etcétera. La difusión, por su parte, también fue bastante buena, podríamos decir que al parejo de las películas hollywoodenses impulsadas por las grandes cadenas distribuidoras, con lo cual Kilómetro 31 tiene todo para ser el cañonazo de taquilla que ha resultado y lo merece con todas las de la ley.
No obstante, hay un grave problema, bueno, dos. Uno, las actuaciones son demasiado tibias y por ende, poco convincentes; en casi toda la película no logramos identificarnos con Catalina o alguno de los personajes secundarios, amén de que los espectros principales –un primo de Toshio, el de Ju On y la sobrina de Sadako, de Ringu, o algo así- tampoco se concretan como una amenaza específica.
El otro problema es el guión en sí mismo, pues si bien comentaba líneas arriba que hay una muy buena premisa, esta se pierde en líneas dramáticas que no conducen a ninguna parte y diálogos que de tan acartonados resultan casi risibles, como en la parte en que la anciana bruja cuenta la historia de la Llorona, con una construcción de frases absolutamente irreal para el lenguaje hablado que se supone debiera corresponder al personaje.
Dos peros, que en verdad son pocos comparados con las ganas que se notan en la película, sin afán de hacer concesiones y decir que todo va bien, creo que el trabajo del director y su equipo va por muy buen camino, ojalá que continúe de esta manera y que tenga la suficiente capacidad de autocrítica como para corregir los errores; poco es el cine de horror que se hace en México, démosle aliento para que vaya creciendo.