jueves, 20 de diciembre de 2012

2012, las mejores películas que pude ver




Como cada año llega el momento de hacer memoria de aquello que pude ver en pantalla y de entrada me doy cuenta del afortunado hecho de que varias películas encontradas en mis buceadas por Internet van a tener o tuvieron ya estreno en salas comerciales mexicanas, principalmente por la muy acertada labor que ha tenido la Cineteca Nacional de la mano de Paula Astorga. Va la complicada selección de las diez que más me gustaron, en orden alfabético:

Amour
Michael Haneke, Austria 2012
Una historia que ha sido convencionalmente descrita como de amor cuando tratándose de Haneke este sentimiento es un mero conducto para su exploración por los caminos más sórdidos del alma humana, nótese por ejemplo la cruel ironía de que los protagonistas Jean-Lois Trintignant y Emmanuelle Riva hayan sido en su momento protagonistas de sendas cintas paradigmáticas en el terreno amoroso (Un hombre y una mujer e Hiroshima, mi amor, respectivamente). Eso si, es una variación en su estilo habitual llevado con maestría, uno no puede hacer otra cosa que rendirse por completo ante una pieza de este calibre, un acierto en Cannes, que a últimas fechas andaba muy distraído con eso de la Palma de Oro.



Bestias del sur salvaje (Beasts of the Southern Wild)
Benh Zeitlin, USA 2012
Deslumbrante en su poética sencillez, el debut de Benh Zeitlin es toda una promesa de las que mantienen la fe de uno en el cine en general y en particular confirma que no todo el cine independiente norteamericano ha caído en la fórmula. Destaca en particular la adorable Quvenzhané Wallis, quien interpreta su papel con la firmeza de una actriz madura con tan sólo ocho años de edad.


 Un dios salvaje (Carnage)
Roman Polanski 2011
La adaptación de una obra de teatro siempre implica el peligro de quedar atrapado en el emplazamiento desde la cuarta pared, cosa que Polanski libra con un calculado y elegante minimalismo a partir de encuadres cerrados y el tour de force entre cuatro monstruos de la actuación como Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly y Christoph Woltz. Da gusto ver la notable salud en el ejercicio de la cinematografía que muestra el octogenario maestro, ojalá que se conserve de esa manera por varios años más.
Nota: En México fue estrenada con el imbécil título de ¿Sabes quien viene?, que algún enano mental de esos que se dan como hongos entre los distribuidores mexicanos le estampó, probablemente queriendo verse muy connoiseur en un fallido homenaje a la memorable ¿Sabes quien viene a cenar?, de Stanley Kramer. Ridículo.


Cuates de Australia
Everardo González, México 2012
Presiento que si el buen Everardo sigue en esa línea de calidad que lleva lo veremos en esta lista cada que estrene película. Su capacidad para convertir la cámara en un miembro más de la comunidad donde filma nos muestra con familiaridad el día a día de la comunidad Cuates de Australia, sus alegrías, tristezas y avatares en una paráfrasis del ciclo de la vida.


 Esto no es California (This ain’t California)
Marten Persiel, Alemania 2012
Debo admitir que en primera instancia me resultó importante por una liga emocional directa con ciertos aspectos de mi adolescencia y el recuerdo de un amigo ya fallecido, sin embargo eso no le resta un ápice a la calidad de este sorprendente documental alemán, un monumento a la juventud, la rebeldía y la amistad en Super 8 aderezado con punk, new wave, sexo y mucho skate. Favorita instantánea.


 Juan de los muertos
Alejandro Brugués, Cuba 2012
“Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos, ¿en qué puedo servirle?”. Y el desparpajo tenía que ser el catalizador que lanzara directo a los lugares de honor a una película de zombies hecha en Cuba. Ya se ha hablado mucho de la habilidad de Brugués para hacer algo tan memorable con escasos recursos económicos y cómo ello disculpa las notables imperfecciones de la cinta. Yo me quedo con el hecho gozoso que nos da un filme casi impensable y el buen rato que me hizo pasar –y hará, porque la re visitaré varias veces-.


 Mientras duermes
Jaumé Balagueró, España 2011
Lo he dicho antes y lo sostengo, Balagueró debe ser considerado desde algunas películas atrás como uno de los grandes maestros del horror y con esta no debería quedar duda. Formalmente no es una película de horror, sin embargo lo que provoca ese sentimiento es la empatía abierta que sin darnos cuenta el director nos encaja con un personaje tan vil e inescrupuloso como César –un Luis Tosar en su punto más alto-, el monstruo que construye el director no es otro que el propio espectador. Si eso no es genialidad no sé qué más pueda serlo.


 Un reino bajo la luna (Moonrise Kingdom)
Wes Anderson, USA 2012
David Edelstein, crítico de New York Magazine escribió que los andersonistas estarían en el nirvana con Moonrise Kingdom y no se equivoca en absoluto; el director no sólo da un giro en sus intereses temáticos sino que lo hace con una propuesta estilística que camina en la frontera del manierismo pero en ningún momento deja de ser arte, un maestro dirigiendo a una tropa de actores aprovechados al máximo.


 No habrá paz para los malvados
Enrique Urbizu, España 2011
Contrario a lo que hace Balagueró con Mientras duermes, aquí tenemos a la esencia del antihéroe, un protagonista al que los espectadores en ningún momento le deseamos sino que las cosas le salgan mal, José Coronado nos ofrece una actuación sin mácula como el maldito policía Santos Trinidad y Urbizu lo emplaza en una España deprimida moral y económicamente con encuadres claustrofóbicos y toques de cine noir, una obra espléndida por donde quiera que se le mire.


 Shame
Steve McQueen, UK 2011
Siempre me la paso quejándome con que ya no se hacen películas majestuosas que se alimenten de la esencia del cine y un buen día salta a la pantalla un artista audiovisual con nombre de galán de acción hollywoodense y me deja callado, Steve McQueen transita entre ambos espacios y lo que consigue es cine puro sustentado en una base de actuaciones portentosas por parte de Michael Fassbender y Carey Mulligan. Sin duda es mi favorita del año.

 Y para no quedarme con el remordimiento de señalar sólo diez van las menciones honoríficas: Fogo, de Yulene Olaizola; Asalto al cine, de Iria Gómez; Fausto, de Alexandr Sokurov; Topo, de Sion Sono; Batman: The dark knight returns, de Jay Oliva; ¿Qué sueñan las cabras?, de Jorge Prior y The ride: redemption, de Gareth Evans

miércoles, 8 de agosto de 2012

1962


En 1962 México conseguía por tercera ocasión consecutiva una nominación al Óscar por Mejor película extranjera con Tlayucan, drama rural con el que Luis Alcoriza demostraba que la agonía de la industria mexicana no era definitiva al tiempo que se reafirmaba como uno de los grandes estetas de nuestro cine, curiosamente no por la grandilocuencia que mostraban los directores de la Época de oro sino por el tono naturalista que en el mismo año reafirmó con Tiburoneros y por si fuera poco participa en el guión de El ángel exterminador, obra de Luis Buñuel que se ha colocado entre las mejores películas del mundo. No fue un mal año para México.

 También el cine de escape tuvo sus momentos memorables para el país, en el 62 se enfrentó Santo contra las mujeres vampiro de la mano de Alfonso Corona Blake y El barón del terror, de Chano Urueta, aterrorizaba a la capital con una presencia antigua y maligna, ambos se han convertido en clásicos de culto. También por el camino del horror en Europa se gestaba una etapa alterna al reinado de la productora Hammer y sus cintas góticas con títulos como Gritos en la noche, del prolífico español Jesús Franco, El horrible secreto del Dr. Hichcock (L’orribile segreto de Dr. Hichcock), de Riccardo Freda –primera en tratar abiertamente el tema de la necrofilia- y la infame Mondo Cane de Jacopetti, Cavara y Prosperi, inciadora del “shockumentary” colección de acciones humanas en su estado más sangriento y salvaje que tomó a todo mundo tan de sorpresa que hasta fue nominada a la Palma de oro en el Festival de Cannes. Sin embargo lo más importante en este género fue la aparición de La muchacha que sabía demasiado (La ragazza che sapeva troppo), de Mario Bava, considerada como la iniciadora del sub género italiano Giallo.
 Por otra parte el Neorrealismo italiano había visto ya la mejor época y en su etapa de decadencia Antonioni, destacado representante del llamado “neorrealismo burgués”, daría el cierre a su trilogía Eros con El eclipse (L’eclisse), una obra sólida y aún a ésta altura ruda para el espectador no acostumbrado al cine “lento” y contemplativo -lo cual no le quita valía, al contrario-. Pier Paolo Pasolini el excéntrico, genial y mulitifacético experto en sacar de zona de confort al público estrena Mamma Roma y no conforme con ello le entrega un guión al joven Bernardo Bertolucci para que realice su primer filme, La cosecha estéril (La commare secca), una forma sórdida de regresar a los ambientes marginales que había retratado el neorrealismo.
 La Nouvelle Vague francesa se mantenía presente con películas como Cleo de 5 a 7 de Agnes varda y Vivir su vida (Vivre sa vie: film en douze tableaux)  de Jean-Luc Godard, pero ninguna como Jules et Jim de Francois Truffaut, pieza clave de este movimiento y del cine en general. También de Francia, aunque fuera del movimiento se estrena La Jetée, de Chris Marker, relato post apocalíptico contado a través de fotos fijas.
En Polonia Roman Polanski llega a marcar terreno con Cuchillo en el agua (Noz w wodzie) su contundente primera obra, sanamente distanciada de las corrientes dominantes del cine europeo.
 Resguardada detrás de la cortina de hierro, la Unión Soviética también se mantenía alejada de las tendencias cinematográficas occidentales, aunque no tanto como  dejar de realizar una de ciencia ficción como las que tanto gustaban en USA con Chelovek-Amifibiya el taquillazo del año en esos rumbos sobre un joven al que su padre le injerta branquias para sobrevivir debajo del agua. En la otra cara de la moneda, Andrei Tarkovsky inicia su corta carrera en que se consolida como uno de los mejores cineastas de la historia con La infancia de Iván (Ivanovo detstvo), película tan bella como rotunda con la que logra conquistar el León de oro del Festival de Venecia.
 En España bajo la dictadura de Franco las buenas cintas escaseaban, en el 62 destacaron algunas como la comedia La gran familia, de Fernando Palacios, fuera de ello no hay mucho qué recordar salvo que José María García Escudero, quien se encontraba encargado del cine del estado impulsa la Escuela Oficial de Cine, de donde saldrían cineastas opuestos a la dictadura franquista como Mario Camus, Miguel Picazo y el mismísimo Carlos Saura.
 El Reino Unido abría la serie de James Bond con 007. El satánico Dr. No (Dr. No) al tiempo que Tony Richardson estrenaba La soledad del corredor de fondo (The loneliness of the long distance runner) y David Lean daba muestra de su grandeza con la épica Lawrence de Arabia, su industria marchaba bien.
La conexión de Europa con el oriente se daba con El amor a los 20 años (L’amour à vingt ans), película coral dirigida por Andrzej Wajda, Truffaut, Renzo Rosselini, Marcel Ophüls y Shintarò Ishijara, mientras en Japón Akira Kurosawa ponía orden en la era Tokugawa a través de la portentosa Sanjuro y Yazujiro Ozu nos presentaba un hermoso y triste relato sobre el alcoholismo y la melancolía con El sabor del sake (Samma no aji). La saga del samurái ciego daba inicio con dos cintas, La historia de Zatoichi (Zatoichi monogatari), de Kenji Mizumi y La historia de Zatoichi continúa (Zoku Zatoichi monogatari), de Kazuo Mori. Ishirô Honda ya con financiamiento norteamericano realiza King Kong contra Godzilla (Kingu Kongo tai Gojira), pobre secuela del monstruo apocalíptico.
 Ya de regreso a América la influencia de las “nuevas olas” se hacía patente en Brasil con el Cinema Novo impulsado por Glauber Rocha y estrenaba en ese año Os Cafajestes, la ópera prima de Ruy Guerra sobre unos jóvenes ladrones de Copacabana. Argentina también estaba desarrollando su etapa de nuevo cine (ahora denominada primera una vez que se declaró una segunda etapa en los años noventa) Leopoldo Torres Nilsson estrenó Setenta veces siete y Homenaje a la hora de la siesta mientras Fernando E. Solanas hacía sus pininos con el cortometraje Seguir andando.
 Otros ecos se daban en Cuba con la reciente Revolución que declaró el inicio de su propia época de oro en 1959 y en 1962 daba luz a una de sus películas más emblemáticas: Las doce sillas, de Tomás Gutiérrez Alea, que reflejaba con humor satírico y un tanto negro el momento que vivían los antiguos aristócratas cubanos. De igual manera Cuba 58, largo en tres partes (Un día de trabajo, Los novios, Año nuevo) dirigido por José Miguel García Ascot y Jorge Fraga se mostraba como estampa propagandística de los primeros años del triunfo de Fidel Castro y sus barbudos.
 En Hollywood Robert Aldrich tuvo la genial idea de poner frente a frente a dos divas que en la vida real se odiaban en ¿Qué fue de Baby Jane? (What ever happened to Baby Jane?) Con las enormes actuaciones de Bette Davis y Joan Crawford; Robert Mulligan hacía un alegato contra el racismo con Matar a un ruiseñor (To kill a mockingbird); J. Lee Thompson desperdiciaba una buena historia con Taras Bulba; Roger Corman adaptaba a Poe en Historias de terror (Tales of terror); Blake Edwards impacta con Días de vino y rosas (Days of wine & roses), Sidney Lumet adapta a Eugene O’neill en su autobiográfica Larga jornada hacia la noche (Long day’s journey into night) y Stanley Kubrick hacía la que es quizá su película menos lograda y aún así una obra maestra, Lolita.
Eso hacía el cine hace cincuenta años.

jueves, 26 de julio de 2012

De imágenes y sonidos en el desierto


Texto leído en la apertura del 4º Jazzfest Real de Catorce el 25 de julio de 2012

El cuatro es símbolo de creación, de la lucha contra los límites, los cuatro puntos cardinales a que saludamos este día, los cuatro elementos que nos conforman y el cuarto Jazzfest Real de Catorce que aquí nos convoca, mágico número que involucra también los tiempos del Jazz y el Cine, estamos pues en un momento de gozosa coincidencia cinematográfico-musical, de una vibra luminosa.
¡Esperen un minuto, aún no han oído nada! Exclamó Al Jolson viendo directamente a la cámara en la primera frase hablada de la primera película sonora de la historia: El cantor de Jazz, filme de Alan Crosland sobre una familia judía ortodoxa cuyo único hijo comete la osadía de romper la tradición familiar para convertirse en cantante de jazz y de esta manera marcar una relación que aún con este comienzo nació con más tropezones que aciertos hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, el jazz y el cine, su relación tormentosa.
Las siguientes tres décadas el jazz jugó un mero papel de comparsa en la cinematografía norteamericana siendo relegado casi en exclusiva a las comedias musicales donde servía más como telón de fondo que como elemento dramático salvo algunos intentos no muy logrados como Artists & Models, de Raoul Walsh, en la cual se destacaba el trabajo de Louis Armstrong, esto en los años treinta.
En los cuarenta Stormy Weather, de Andrew Stone con Cab Calloway y su Cotton Club Orchestra destacaba más porque los roles principales eran interpretados por actores de color, algo no muy bien visto en aquellas racistas épocas. Sería en Francia donde se hiciera un primer acercamiento a la fusión de ambas artes con Ascensor para el cadalso, cinta en la que Louis Malle invita a Miles Davies para hacer la música. Cuenta la leyenda que el gran Miles aceptó y vio el filme una vez. Entonces se levantó, pidió la reprodujeran de nuevo y sobre la marcha fue componiendo la banda sonora en una sola sesión mientras bebía champagne con el director y la hermosa Jeanne Moreau.
En 1960 Ornette Coleman y su cuarteto lanzan Free Jazz, disco que a la vez da nombre a una nueva corriente en el jazz que prescinde de uno de sus elementos primordiales como es el fraseo al igual que Sin aliento, de Jean-Luc Godard evade las leyes de la edición, la base que por años había perseguido el cine para conformarse como arte. La nouvelle vague, corriente francesa a la cual pertenece esta obra, se convierte entonces en la vanguardia del cine al igual que el free jazz y ambos se encuentran por fin  de igual a igual. Si bien la banda sonora compuesta por Martial Solal no pertenece estrictamente al jazz libre, menciono el paralelismo de la revolución que en ambos casos implica el experimentar con los elementos propios para hacer avanzar a la música por un lado y al cine por el otro. En los años subsecuentes la relación cobra fuerza con la incorporación de jazzistas consagrados en la composición de música para cine, como sucedió con Henry Mancini, quien ya en los años 50 había participado en algunas cintas pero se consagra en 1961 al conseguir el Óscar a la mejor música por Desayuno con diamantes, de Blake Edwards, cineasta con quien lograría una simbiosis memorable para la historia del séptimo arte, siendo indivisibles las imágenes del uno sin la música del otro. Quincy Jones, detractor del free jazz, encontró en el cine una veta creativa y económica bastante favorable. De igual manera Lalo Shifrin, Johnny Mandel y Dave Grusi entre otros se dedicaron a fusionar el jazz con el cine con mayor o menor suerte.
Los años setenta abrirían con la ópera prima de Clint Eastwood, Obsesión mortal, donde un programador de radio es perseguido por una desquiciada fanática de la música de Erroll garner. New York, New York, de Martin Scorsese se convierte en uno de los más grandes tributos al jazz a partir de la historia de un saxofonista interpretado por Robert de Niro y una cantante, a la que da voz Liza Minelli. Para finalizar la década Woody allen hace con Manhattan una obra maestra con otro homenaje a la ciudad de Nueva York acompañado de la música de George Gershwin, legendario compositor cuya obra siempre se vio ligada al jazz.
Este muy breve y rápido recuento del jazz en el cine explica un poco la selección de películas para esta edición del Jazzfest Real de Catorce, las tres cintas en cuestión buscan ser un elemento representativo de cómo el séptimo arte ha visto al jazz en las últimas tres décadas
Con El Cotton Club veremos en primera instancia la estupenda recreación que Francis Ford Coppola hace del legendario club de jazz de los años veinte. En su estreno la cinta no logró el éxito de un público que esperaba más del director de El Padrino, pero la verdad es que Coppola llega a este proyecto ya iniciado a invitación de Robert Evans, el productor con quien terminó peleado en el rodaje de El Padrino I… y también en esta.
La historia paralela de dos parejas de hermanos, unos blancos y otros negros, unos de honor, otros de sangre, brinda un contrapunto muy característico en la obra del director y nos da la oportunidad de disfrutar del espectáculo en su conjunto tanto como en sus elementos por separado, así, es un error considerarla como un musical, ya que la premisa inicial de ese género es que la historia se narre a través de las canciones, mientras aquí son el marco que da entrada a los giros dramáticos, los anuncia, los exalta, les acompaña. El resultado puede parecer un tanto desordenado, pero como en toda obra de arte los valores permanecen y así ha envejecido ésta, con la dignidad de quien se sabe imperfecta pero con virtudes; la música de Duke Ellington combinada con las composiciones ex profeso de John Barry son uno de esos mencionados aciertos.

A lo largo de este vínculo entre jazz y cine se ha realizado una ingente cantidad de películas biográficas, la mayor parte de ellas de calidad regular a mala, pero en 1988 Clint Eastwood marcó un parteaguas con Bird, un poderoso retrato del saxofonista Charlie “Bird” Parker y la obra más lograda del director hasta el momento, que ya es mucho decir. La propuesta estructural de Eastwood, construida a partir de flashbacks nos va llevando poco a poco a descubrir y entender la compleja personalidad del gran saxofonista, revelándonos de a poco rasgos de su personalidad y cómo esta se veía destruida por las drogas. En buena medida el éxito y grandeza del filme se debe a la elección de Forrest Whitaker, uno de los más grandes actores vivos, para el rol de Charlie Parker, una interpretación de esas en las que el actor se despoja de sí mismo para llegar al alma de su personaje, a estas alturas resulta impensable que alguien más pudiera encarnar ese papel.
La cinta fue premiada en varios festivales pero ignorada por los Óscares, donde sólo se alzó con el galardón al mejor sonido por el trabajo de Lennie Niehaus, quien separó los solos de Parker –tomados de grabaciones originales, algunas de ellas inéditas- del resto de la música para luego mezclarlos y acercarnos lo más posible a escuchar su música tal como lo hizo Eastwood a los 16 años y quedó tan enganchado con la experiencia que su intención –y logro- fue saber trasmitirlo al público años después.
Calle 54, de Fernando Trueba inicia con la voz en off del director diciendo “A principios de los ochenta un amigo me regaló un disco que complicó mi vida. Me convertí en un adicto al jazz latino”. A partir de aquí construye una película a la cual no podríamos calificar de documental en el sentido estricto de la palabra, ya que se convierte en una serie de viñetas con breves palabras introductorias donde nos van presentando a Paquito Di Rivera; Eliane Elías; Tito Puente, Bebo y Chucho Valdés; Cachao y Gato Barbieri entre otros grandes del jazz latino.
La grandeza del filme se aprecia en la forma aparentemente sencilla en que el español Trueba desarrolla la trama, aparente porque en realidad encontramos un manejo estético muy solvente pero discreto para resaltar lo que en realidad le interesa, la interpretación de los músicos, ejecuciones en vivo que envuelven y dejan sin posibilidad de mantenerse impasibles, hay magia en esta película de la cual lo que más desearíamos sería que nunca terminara.
Por eso me parece pertinente dar inicio a esta celebración con un jolgorio a la altura del festival y el pueblo que nos recibe, augurar el mayor de los éxitos y larga vida al Jazzfest y reconocer a la Maestra Renata Torres, promotora cultural que hace florecer al desierto. Enhorabuena, mucha música.
Va de pilón la participación de Eliane Elías en Calle 54

lunes, 9 de enero de 2012

De lo que vi en 2011

Cuando comencé a armar esta lista con las primeras que me venían a la mente como las cintas que más disfruté durante 2011 me sorprendió que la mayor parte se la llevaban directores consagrados, pensándolo un poco me di cuenta que esto se debe a dos factores: lo poco que tuve oportunidad de ver de la llamada cartelera alternativa y sobre todo por la pésima distribución de cine que hay en nuestro país. De esta manera hay seguramente ausencias que en la capital del país resultan obvias, pero es que si allá llega poco en provincia el panorama es aún más desolado.
Va mi lista de lo mejor que vi, en estricto orden alfabético.

13 asesinos (Jusan-nin No Shikaku)
Takashi Miike, Japón 2010
El hombre que ha evolucionado el concepto de autor nos presentó el año pasado una película maravillosa, una muestra intachable de estilo con coreografías de batalla que hacen palidecer a Kagemusha (Kurosawa 1980) y Las dos torres (Jackson 2002). Miike sigue brillando como uno de los directores más interesantes de la transición entre dos milenios.



A dangerous method
David Cronenberg, Inglaterra 2011
Un drama psicosexual que nos remonta a los orígenes del sicoanálisis a través de la relación entre Jung y Freud. De entrada parece una película atípica en Cronenberg, una vista más a fondo nos lo muestra en la plenitud de su obra, geniales actuaciones en general y un ritmo lento que envuelve al espectador de una manera portentosa.



Algo así como un buen tipo (En ganske snill mann)
Hans Peter Moland, Noruega 2011
La crítica no trató muy bien esta cinta, sin embargo a mi me parece que se sostiene de una forma bastante entretenida a partir de una historia sencilla con humor rancio y sobre todo una enorme interpretación  de Stellan Skargaard como un gangster que se enfrenta a una vida vacía tras salir de la prisión después de 12 años.


El árbol de la vida (The tree of life)
Terrence Malick, USA 2011
Una obra de arte que se permite incluso algunas exageraciones, Malick –con todo y lo complicado que esto suene- se supera asimismo con una película que marca, imposible de olvidar y dejar de sentir, realizada para verse en la sala de cine y hacer esa magia colectiva que hermana a los anónimos espectadores con las visiones en la pantalla.


El cielo abierto
Everardo González, México 2011
Con esta cinta González se confirma como uno de los principales documentalistas mexicanos. A partir de una gran cantidad de pietaje de la época el director reconstruye la historia de monseñor Arnulfo Romero y el terrible momento de violencia y represión en El Salvador en los años 70 con precisión y una prudente distancia, dejando que la historia se cuente así misma con toda su crudeza.


I saw the devil (Akmareul boatda)
Kim Jee-Woon, Corea del Sur 2010
Quien pensaramos que en materia de venganza todo estaba dicho tras la magistral trilogía de Park Chan-Wook no imaginábamos que podría aparecer una obra de sobrada manufactura y violencia como I saw the devil, fuera del encasillamiento de los géneros tradicionales en la línea del mejor cine sudcoreano actual es una película tan terrible como hipnótica.


Los gatos persas (Kasi az gorbehaye irani khabar nadareh)
Bahman Ghobadi, Irán 2009
En un tono semidocumental Ghobadi nos presenta la escena musical iraní, pero al mismo tiempo nos lleva a la triste realidad de represión que tienen que enfrentar en dicho país quienes buscan pasar la cerrada capa de las tradiciones religiosas islámicas. Como en Marooned in Irak (2002) y Media luna (2006) la música juega un papel determinante en la historia, aunque aquí no se limita a hablar sobre la problemática kurda, sino que pone de manifiesto una situación desafortunadamente generalizada.


Medianoche en París
Woody Allen, España-USA 2011
De lo mejor de Woody Allen, aquí mi comentario extendido sobre esta cinta.


Melancholia
Lars Von Trier, Dinamarca 2011
Lejos de su locura del Dogma 95 y de las pretensiones fallidas de Anticristo, Von Trier vuelve por sus fueros demostrando que lo suyo es el cine de alta calidad. Muy interesante ver (pese a las buenas interpretaciones de Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg) cómo logra que el protagonismo no recaiga en los actores sino en un sentimiento como la depresión con un trabajo sumamente fino, orquestado para llevarnos al éxtasis con un final que aunque anunciado no deja de ser revelador, luminoso.


Temple de acero (True Grit)
Joel & Ethan Coen, USA 2010
La adaptación de los Coen a la novela de Charles Portis los reafirma en el lugar principal que ocupan en el panorama fílmico actual dando nueva vida al género norteamericano por excelencia, el western, a través de una historia de venganza en el sórdido viejo oeste. Y de nueva cuenta la presencia de Jeff Bridges en una película de los Coen es altamente memorable.


Hago mención especial para Miss bala, de Gerardo Naranjo, una película que si seguimos el lamentable rumbo de la violencia planteado por felipe calderón en un futuro veremos como drama costumbrista. Disfruté además de Drive, de Nicolas Winding Refn; ¿Quién sino nosotros? (Wer wenn nicht wir), de Andres Veiel; Hobo with a shotgun, de Jason Eisner; Materia blanca, de Claire Denis y Tetro, de Coppola.