martes, 29 de junio de 2010

Náufrago en la luna

En medio de una crisis económica profunda, Kim decide quitarse la vida lanzándose al río Han desde lo alto del puente que lo cruza.

Pero el día lo despierta en la ribera de la isleta bajo el puente, un espacio baldío y solitario a tan sólo unos metros de la vorágine materialista de la ciudad, del infierno asfaltado que lo ha llevado a la decisión de abandonarlo en definitiva y si no se logró a través de la muerte, la desconexión del todo se presenta ahora como una mejor opción, empezar de cero sólo consigo mismo.

Más allá encontramos otro naufragio. Una joven instalada en la isla de su propia recámara, de la cual hace muchos meses no sale salvo furtivas y limitadas ocasiones. La suya es una isla de tecnología, su única manera de mantener contacto con el mundo, aún incluso con su madre al otro lado de la puerta, Internet como medio para tomar la distancia más lejana del mundo.
Un incidente fortuito, como suelen ser aquellos que forjan las mejores relaciones, los lleva a encontrarse pese a la distancia, a encontrar una forma de comunicarse en un lenguaje cuasi monosilábico ajeno al propio, porque había que inventar nuevas formas de hablarse en un encuentro así, sacrificando un poco de ambas partes y creciendo al unísono gracias a ello mismo.

Y una historia de profundas lecturas presentada con la simpleza que sólo las narraciones más universales pueden darnos, una serie de elementos bobos –robots de cuerda, patos lancha, latas que guiñan el ojo- para sentirnos en principio como en casa para después de salir de la sala pensar más allá de la impresión sencilla. Y la demostración de que sólo el cine puede salvarnos.

Náufrago en la luna (Kimssi Pyoroogi / int: Castaway on the moon)
Corea del Sur, 2009
Dir, y guión: Lee Hae-jun
Producción: Mu-ryeong Kim