domingo, 7 de abril de 2013

El despertar del diablo



 
Era una noche en verano, eso lo recuerdo porque regresamos a casa caminando y aunque no hacía frío en absoluto las calles del centro estaban solas y eso dificultó el camino, no lo decíamos pero en nuestro interior el miedo estaba royéndonos las tripas, nos despedimos al llegar a la cuadra y esa noche tuve pesadillas. Por primera vez. La semana siguiente serían constantes. Me enamoré de Evil Dead.
En aquel entonces mi incipiente amor por el séptimo arte ya me había dado suficientes herramientas para burlar la edad permitida para entrar al cine de acuerdo a la clasificación de las películas y de cualquier manera el siempre somnoliento boletero del Cine Avenida Vistarama no ponía mucha atención en que dos mocosos años entraran a ver una función doble que incluía también a El Anticristo (L’anticrist, Alberto Di Martino 1974). El año se me pierde, recuerdo que la cinta estelar era El anticristo, es decir que se trataba de un reestreno y si Evil Dead abrió en México a finales del 82 probablemente la haya visto en el 86, a los 13 o 14 años, en una edad y una época en que esas cosas marcaban y la obra de Raimi así lo hizo, su violencia primitiva me clavó en el asiento y una fascinación morbosa quedó en el asco que me daban los asquerosos fluidos que brotaban de los poseídos. En aquel tiempo era un receptor acrítico y la fascinación viene por ello del impacto directo que tuvieron en mí las escenas más terribles que había visto a la fecha, la idea de la maldad como entidad latente e inescapable, de la vulnerabilidad del cuerpo y alma humanos me llevaron a conocer y sentir el terror primigenio y me convirtieron en fanático eterno del cine de horror, todo se lo debo a Raimi (ok, ya había visto antes en tv El hombre elefante de Lynch, pero eso despertó otra clase de miedo –y compasión-).
Al paso de los años he mantenido copias de la cinta conmigo -fue de las primeras que tuve en el lejano tiempo en que conseguir películas era un logro-, aún la conservo en Beta y VHS y debo asegurar que las prefiero a la versión remasterizada porque aquellas conservan mejor una mala calidad de imagen que lleva a imaginar que las cosas que suceden en pantalla son un grado de malignidad más allá de lo que la claridad de la última permite ver.
Más tarde entendí y asimilé la estética de la obra y comprendí lo que el talento y un presupuesto bajo pueden hacer por encima de la parafernalia pero eso es un análisis de poco romance y romance es lo que principalmente tengo con esta película que veo de tanto en tanto con fervor y de la cual sigo cuanto aparezca, en ese sentido he disfrutado poco los videojuegos, luego las figuras de acción, el musical de Broadway y la versión de Bollywood, todos ellos en el espíritu del homenaje. Y por lo mismo escribo ahora, por la reticencia y desconfianza que me produce un remake que en primera instancia me parece tan innecesario como reescribir una novela, como un escudo a la memoria y una cura en salud ante lo que nos espera pronto en pantalla, nada especial de acuerdo con el tráiler y las primeras críticas.
¿Qué llevó a Raimi a permitir que rehicieran su obra maestra? No lo sé, lo mismo que lo llevó a hacer Spiderman 3, supongo. Esperemos el resultado del refrito y ojalá este no lleve a tomar acciones como las de los fans de Star Wars contra Lucas.

Les dejo la versión de Bollywood


 Un poco del musical en su versión española


Y el trailer original



El despertar del diablo (Evill Dead)
Dir. Sam Raimi
USA, 1981
Guión: Sam Raimi
Música: Joseph LoDuca
Fotografía: Tom Philo
Edición: Edna Ruth Paul
Maquillaje: Tom Sullivan








lunes, 1 de abril de 2013

30 años de IMCINE (y II)

1999. Crónica de un desayuno (Benjamín Cann)
Estridente es la palabra que la describiría mejor, si se hubiese editado con media hora menos seguro habría hecho una mejor película.



2000. Perfume de violetas (Maryse Sistach)
La tradición del tremendismo aparece de vez en cuando para darnos historias conmovedoras y esta es una de ellas, la dupla Sistach-Buil funciona aquí de una manera precisa.


2001. En este año IMCINE produjo 7 largometrajes de los cuales ninguno me parece de calidad suficiente para ser recordado (El crímen del padre Amaro; Ciudades oscuras; Alex Lora, esclavo del rock; ¿De qué lado estás? (Francisca); El misterio del Trinidad; La virgen de la lujuria y Vivir mata). Todas ellas tienen secuencias agradables pero no suficientes.

2002.  Japón (Carlos Reygadas)
El debut de Reygadas, quien se proclama orgulloso rechazado de las escuelas de cine, es memorable ya sea para bien o para mal, es una película sumamente interesante.



2003. Temporada de patos (Fernando Eimbcke)
En su momento le llamé garbanzo de a libra y por fortuna con el tiempo ya no lo es. Lo que sigue siendo es una película extraordinaria y agradecible para ver una y otra vez.



2003. La canción del pulque (Everardo González)
Elijo dos películas para este año porque es lo justo. El documental mexicano vive una era dorada y Everardo es uno de los más talentosos que tenemos, desde esta, su ópera prima, ha trazado una línea alta que afortunadamente muchos pueden competirle.



2004. El mago (Jaime Aparicio)
Una ópera prima prometedora que desafortunadamente no ha tenido secuela, Aparicio debe volver a filmar



2005. El violín (Francisco Vargas)
Aparte de buena cinta, destaca por las acciones que emprendió el equipo de producción para promocionarla y distribuirla por cuenta propia, siguiendo el espíritu guerrillero de la trama



2006.Cochochi (Laura Amelia Guzmán, Israel Cárdenas)
Hermosa, esa es la palabra para describir esta película.



2007. Voy a explotar (Gerardo naranjo)
El siglo XXI nos ha traido un tiempo afortunado, una cantidad cada vez mayor de cineastas talentosos y Naranjo es uno de los que me parecen con mayores virtudes. Voy a explotar no hace sino incrementar las virtudes de si ópera prima Drama/Mex



2008. Los bastardos (Amat Escalante)
Igual que Naranjo, Amat Escalante pule su estilo en su segunda cinta, con una historia dura, violenta y al mismo tiempo contenida espacio temporalmente con el toque de un cineasta pulido.



2009. Desierto adentro (Rodriglo Plá)
Pese a todo la provincia no ha dejado de ser tema en el cine mexicano reciente y Desierto adentro nos muestra -como antes hizo Ignacio Ortiz con Cuento de hadas para dormir cocodrilos- que es tierra fértil para la magia y las buenas cintas. Una imprescindible.


2010. Año bisiesto (Michael Rowe)
Obviemos las películas producidas por el Estado por la celebración del bicentenario y centenario este año, si quieren comprobar que el cine mexicano puede competir con cualquiera en el mundo este es un buen ejemplo



2011. Días de gracia (Everardo Gout)
La tan llevada y traída estética de la violencia se pone en un nivel que no había visto en México en esta obra de Gout, marcada por aciertos estilísticos y formales que no por ello hacen ver como algo menor el estudio sobre el estado de las cosas en este país dominado por la corrupción y las pasiones futboleras


2012. Asalto al cine (Iria Gómez) 
La emblemática colonia Guerrero es el marco para esta película genial, no-actores que con una directora principiante consiguen una gran película y de paso los 10 minutos de suspense mexicano mejor logrados desde hace décadas.