sábado, 22 de agosto de 2009

Ponyo en el acantilado


Hayao Miyazaki se rehusa a dejar el camino de la animación tradicional por las nuevas tecnologías donde todo se procesa a través de una computadora. Y es una bendición, porque demuestra que el hecho de que se inventen nuevas maneras de hacer arte no implica que las tradicionales sean obsoletas y lo hace con creces, realizando historias maravillosas trazadas en buena medida por su propia mano mágica. Ponyo en el acantilado (traducción literal del título japonés), es otra demostración de por qué es el animador más importante vivo y uno de los mayores directores en la historia del cine en general.
Retomando de manera libre el cuento La Sirenita, de Hans Christian Andersen, Miyazaki nos cuenta la historia de un niño llamado Sosuke, quien encuentra en un acantilado a una pequeña pececita a la que llama Ponyo, se la lleva consigo ignorando que el padre de la pez, Fujimoto, es un poderoso ser del mar que irá tras de ella para llevarla de nuevo a casa, lo cual consigue tras varios intentos. Ponyo se rehúsa a permanecer en su hogar, pues se ha enamorado de Sosuke y planea volver a la tierra y convertirse en humana para poder estar junto al chico. La huida y transformación producen una gran tormenta que amenaza a la separación de la tierra, agua y cielo, pero al encontrar a la niña deciden ya no separarse más, con todo y que la permanencia de Ponyo en tierra pueda provocar grandes problemas en el equilibrio natural, lo cual sólo se resolverá si ambos aceptan una prueba que les plantea la madre de Ponyo, una Diosa del mar.
Entrañable desde los primeros cuadros, la película nos lleva a un mundo en el que la magia no es la constante, como en otras de sus obras, sino la excepción que irrumpe la vida del mundo real, de hecho se sitúa en un ambiente contemporáneo. Permanece, como señalaba al inicio, la maestría en la animación, en este caso con una textura de acuarelas y pasteles que nos hacen sentir como observadores de un extensísimo lienzo en movimiento, lleno de colorido, vivo; tal vez como propósito para acentuar la dirección hacia el público infantil más pequeño, aunque como escribió un crítico, la pueden disfrutar “niños de 3 a 100 años”.
Cuentan los rumores que tras el éxito internacional de El viaje de Chihiro, Ursula K. Le Guin accedió finalmente a otorgar el permiso para que Miyazaki realizara la adaptación de su serie de novelas fantásticas Terramar, algo que el maestro buscaba infructuosamente desde años atrás. Sin embargo ahora se encontraba ocupado en la realización de El increíble castillo vagabundo y la dirección de Cuentos de Terramar quedó en manos de Goro Miyazaki, su hijo, lo cual provocó una serie de fricciones que derivó en el enfriamiento de su relación.
Con base en lo anterior se afirma que Ponyo en el acantilado es un ofrecimiento de reconciliación de Miyazaki para con su hijo, el cual se ve reflejado a la edad de cinco años en el personaje de Sosuke. De ser cierto, creo que estamos ante una de las más hermosas muestras de amor paterno, pues la película es la manifestación más clara de la insuperable belleza de lo sencillo; de hecho la trama -contrario a lo que nos tiene acostumbrados el realizador- es plenamente lineal y no existe un conflicto complejo por resolver, sino que la historia va fluyendo a partir de secuencias con la manifiesta intención de motivarnos sensaciones placenteras, aunque no por ello deja de utilizar las acostumbradas multi referencias a mitos, leyendas y tradiciones tanto de su natal Japón como del resto del mundo. Igualmente se pueden dar muchos niveles de lectura en cuanto a la historia en sí o a la interrelación de los personajes y sus características propias, de manera que contrario a los detractores de esta película que la han tildado de inferior dentro de la filmografía del veterano animador, creo que estamos ante una de las más claras e inefables exhibiciones de un Dios de la animación, como justamente es considerado Hayao Miyazaki en su tierra, en la cual es tan profeta como en el resto del mundo.

Les dejo el trailer oficial en inglés (no se vayan con la finta, Disney quiere verse como realizadora, pero sólo distribuye)


Y la versión española, que contiene una de las canciones más horrorosas jamás escuchadas



Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo)
Dir. y guión: Hayao Miyazaki, Japón, 2008
Música: Joe Hisaishi