Dentro de las aportaciones del cine mexicano al mito de los vampiros hay que destacar la del monstruo campirano, explotada en un montón de cintas en las que estos seres, acompañados de otros provenientes de las más recónditas fuerzas del mal, eran un mero vehículo para comedias de pésima factura. Sin embargo, hay otra aportación, mucho menos conocida pero sin duda de mayor valía en la búsqueda de la destrucción de dichos muertos vivos y el director Miguel Morayta la describió en su cinta de 1962 El vampiro sangriento.
La historia comienza con lentísimo ralentí en el que vemos un carruaje tirado por briosos caballos y guiado por la mismísima muerte, en él viaja el conde Frankenhausen (Carlos Agostí), quien reclama mayor velocidad al cochero pues hay que llegar al destino antes que termine la luna llena… aún y cuando vemos que la acción transcurre a plena luz del día.
Más adelante pasamos a otra secuencia en la que el profesor Bálsamo de Cagliostro (no es broma, así se llama y es interpretado con toda seriedad por Antonio Raxel) ofrece una cátedra a su hija; futuro yerno; Gestas, el mayordomo y algunos invitados más, acerca del mundo vampírico. Gracias a los avanzados conocimientos del profesor nos enteramos que el vampirismo es una enfermedad; que existen dos tipos de vampiros, los vivos y los muertos, los vivos contagian y los muertos no hacen nada (…) y que de hecho sólo hay una familia de estos seres descendientes de la casta de los Frankenhausen, a los que la familia Cagliostro se ha dedicado a buscar y exterminar desde el siglo XII de nuestra era. En posterior y última clase -pues al día siguiente partiría el profesor a un misterioso y largo viaje-, continuamos aprendiendo acerca de estos seres y como curar su enfermedad con la revelación de la aportación que mencionaba líneas arriba: los vampiros se convierten en tales seres porque al serles absorbida la sangre en una mordedura, el rojo líquido se ve sustituido por una sustancia llamada “vampirina”, la cual los pone en tan deplorable estado. Por fortuna, don Bálsamo ha encontrado la cura para el vampirismo (aunque no menciona si pasado el tratamiento el paciente vuelve a la vida o sólo pierde sus viciosos apetitos), que radica nada menos que en el ácido bórico, el cual se debe suministrar por medio de una compleja máquina directamente al corazón del enfermo (¿no es ácido bórico lo que se usa para fabricar los gises contra cucarachas?).
En tanto, la condesa Frankenhausen sufre de ataques constantes y comienza a ser tratada furtivamente por Ricardo, el joven prometido de la señorita Cagliostro. La muchacha, de nombre Ana, posee una gran curiosidad científica y alma aventurera, merced a la cual se decide a hacerse pasar por huérfana e ir a servir como doncella de la condesa. Tan pronto llega la joven a la casona del conde, este queda prendado de ella y se dedica a acosarla y pedirle que sea su nueva esposa, sin embargo, las pruebas de que Frankenhausen pertenezca a la familia de los vampiros no se presentan e incluso Ricardo comienza a dudar de esa idea, hasta que el propio conde descubre la verdadera identidad de la doncella y desata su ira abandonando su finca para irse a la Laguna de la Muerte, donde tiene su otra guarida y permanece escondida la primogénita de los condes.
Ricardo y Gestas parten tras el vampiro y para rescatar a la heredera Cagliostro y se enfrentan al conde convertido en murciélago, hasta que el fuego envuelve todo y el monstruo huye.
Al día siguiente, el profesor Bálsamo ha regresado, suponemos que ha sido puesto al tanto de todo, pues cierra con esta frase inmortal: ya ha pasado todo, ¡menos el peligro que amenaza a la humanidad!
Morayta, desigual cineasta cuyo máxima obra es la deliciosamente perversa Hipócrita (1949) aprovechó la inspiración para crear un dípitico muy poco conocido pero bastante interesante acerca del mundo de los vampiros, que arranca con la película aquí comentada y concluiría al siguiente año -a pesar que fueron rodadas simultáneamente- con la secuela La invasión de los vampiros, gracias a la cual entendemos la razón porqué El vampiro sangriento tiene un final sombrío en el que el bien no resultó triunfador, lo cual era una idea casi impensable para el cine mexicano de ese tiempo, salvo, claro está, en el melodrama cabaretero.
El resultado puede ser tan cuestionable como gozoso de acuerdo con los gustos del espectador, no se puede negar por parte del director una clara intención para contar seriamente una historia gótica, como tampoco se puede negar la inocencia de la retórica pretendidamente poética en los diálogos de los personajes y la baja calidad de los efectos especiales –creo que en los estudios Churubusco Azteca sólo tenían en utilería un murciélago como de un metro de largo, con cara y orejas de conejo que es el mismo usado en esta y muchas otras cintas de vampiros y monstruos en general-, aunque hay que mencionar que el maquillaje si está muy bien realizado y en ocasiones, como en la escena donde vemos cruelmente mutilado a Lázaro, uno de los sirvientes del conde, resulta bastante efectivo e inquietante. Por cierto, otro de los aciertos de la cinta son las buenas actuaciones de algunos personajes, como el mencionado Lázaro, interpretado brillantemente por Enrique Lucero y la frau Hildegarda, tremenda dominatrix victoriana y mano derecha del vampiro, encarnada por Bertha Moss.
Hasta donde pude encontrar, esta película se encuentra en DVD (edición hecha en USA, obviamente) en los sitios de costumbre vía Internet y en eMule se puede descargar una versión grabada directamente de la televisión, seguramente en uno de los maratones de horror que de cuando en cuando presenta el canal de cable De Película.
Aquí una escena donde vemos en plena acción al temible conde Frankenhausen.
El vampiro sangriento. México, 1962
Dirección: Miguel Morayta historia y guión:Fotografía: Raúl Martínez SolaresMúsica: Luis Hernández BretónEdición: Gloria SchoemannDirección de arte: Manuel FontanalsMaquillaje: Armando MeyerProtagonizan: Carlos Agosti (Conde Siegfried von Frankenhausen); Erna Martha Bauman (Condesa Eugenia Frankenhausen); Raúl Farell (Dr. Ricardo Pizarro); Begoña Palacios (Anna Cagliostro); Bertha Moss (Frau Hildegarda); Francisco A. Córdova (Gestas); Enrique Lucero (Lázaro); Antonio Raxel (Profesor Bálsamo de Cagliostro).
2 comentarios:
Zas, la Vampirina es el antecedente directo de la Vitacilina. jajajajajajajaja.
No maaaaá, ese era cine y no jaladas, ¡qué actuación, qué arte!
Kala
SE COMO UN CHURRO.. PERO INTERRESANTE
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