A pesar del buen momento que vive la
cinematografía nacional, su principal problema sigue siendo el distanciamiento
con el público, provocado por las propias cadenas de exhibición cuya renuencia
a proyectar en sus salas cine nacional es un pesado y estúpido lastre. En ese
sentido, las películas abajo listadas son supervivientes a la discriminación y
fueron proyectadas en complejos comerciales, el resto se pudieron ver en San
Luis Potosí, México, gracias a los festivales cinematográficos o bien por
plataformas de video en línea. En ese sentido no están seguramente cuantas
deberían, sino las que se pudieron ver en esta parte de la provincia.
Cuatro
lunas. Sergio Tovar Velarde, 2014
Con mano solvente Tovar Velarde
entrelaza cuatro historias de amor que van de la desesperanza a la madurez de
pareja sin toques de sentimentalismo; sus personajes se mueven por el mundo
conscientes de la responsabilidad de sus propios sentimientos aunque ello
implique situaciones dolorosas.
La película tuvo complicaciones desde
su inicio, pues dada la temática escaseaba quien quisiera invertir en ella, de
esta manera el director tuvo que moverse por su cuenta y darla a conocer
utilizando para ello acuerdos con salas independientes y festivales de cine,
generando un creciente respaldo del público que por fin convenció a las
exhibidoras. Actualmente se puede ver en Netflix y vale mucho la pena.
La
delgada línea amarilla. Celso R. García, 2015
Cinco hombres son contratados para
llevar a cabo una labor aparentemente sencilla, pintar la línea divisoria de
una carretera de 200 kilómetros de largo en el árido altiplano mexicano. La
situación sin embargo se transforma en un viaje iniciático con detalles en
apariencia pequeños que terminarán de cambiar su perspectiva sobre la vida.
Una ópera prima de grandes vuelos, un
guion sólido apoyado por grandes actuaciones y una producción digna de ser
aplaudida hacen de esta road movie una experiencia de esas que explican el amor
por el cine.
Eco
de la montaña. Nicolás Echevarría, 2014
Santos de la Torre, cuyo nombre
wirrarika (huichol) es Motopohua (Eco de la montaña), es un muralista cuya obra
ha llegado hasta las paredes del Museo de Louvre. En este documental,
Echevarría regresa a sus trabajos de carácter casi antropológico para hablarnos
del artista, pero también de su pueblo y entorno, de los usos, costumbres y la
lucha por la supervivencia. La narración visual está cargada de poesía, de un
cierto ritualismo que no por ello deja de lado el humor. Actualmente está
disponible en Netflix.
Güeros.
Alonso Ruizpalacios, 2014
Una joya, a mi gusto la mejor del año.
Aquí pueden leer mi comentario.
Mexican
Gangster. José Manuel Cravioto, 2014
Otra
gran sorpresa, Cravioto consigue un brillante ejercicio fílmico que mezcla con
precisión diversos géneros fílmicos. Por acá mi comentario extendido.
México
Bárbaro. Varios directores, 2015
Convocados por Lex Ortega, ocho
directores mexicanos ofrecen cortometrajes de horror en una antología destinada
a hacer historia, tanto por los cortos en sí como por el hecho de que la
película muestra el nuevo aire que respira el género en nuestro país. Como toda
colección, la calidad es variable, pero ninguno tiene desperdicio; va de
historias de fantasmas a tratos con espíritus malignos, gore extremo y seres
mitológicos nacionales con frescura e incluso desparpajo. Altamente
recomendable verla y seguirle la pista a los directores.
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