Un año más tarde, ya en la mitad de la década, Alonso
Ruizpalacios nos transportaba con elegante introspección al cine nacional de décadas
antes con la moderna Güeros y su viaje por la Ciudad de México, que le
quedaba corta para recorrer a golpe de cámara al entrañable Federico de Distancias
cortas, película estrenada este año en festivales pero apenas con corrida
comercial en 2019, las injusticias de la distribución y exhibición del cine
mexicano. Como injusticia es la que sufre el ingeniero “Bombita” en la
extraordinaria colección de cortos de Relatos salvajes. Los géneros
tradicionalmente desplazados por la ficción realista tuvieron un gran momento
con joyas como La princesa Kaguya, del Maestro Isao Takahata, quien
perdiera, junto a la hermosa Canción del mar, el Oscar a mejor película
animada frente a la disfrutable pero intrascendente Big Hero 6. El horror
marcaba su camino hacia el Arthouse con la espléndida Una chica vuelve sola
a casa de noche y el veterano George Miller regresaba por sus fueros para decirnos
“a ver, niños, así se hace una película de acción”, con Mad Max: Fury Road.
2016 presagiaba un retorno triunfal del cine norteamericano
independiente con Enemigo de todos y Animales nocturnos, dos
joyas absolutas, sin dejar de lado la obra maestra de Charlie Kaufman, Anomalisa.
Hablando de obras maestras, Miguel Gomes alcanzaba la suya con la trilogía Las
mil y una noches y el estudio Laika bateaba de Home con Kubo y la
búsqueda samurai. En España, Cesc Gay en autor total nos entregó Truman
y desde Japón, Sion Sono nos volvió a envolver en la locura con Tag. Martin
Scorsese nos dejaba en Silencio mientras Denis Villeneuve seguiá forjando
su leyenda con La llegada y el final del año nos regaló la mejor entrega
de Star Wars después de la trilogía original con Rogue One.
Con un empalague no usual en mi persona, los primeros pasos
del 2017 fueron con el ahora gusto culposo y triste de La La Land, con
todo y el affaire con Moonlight en la entrega de los premios de
la Academia, pero alejémonos de eso tan rápido como lo haría Baby Driver,
corriendo como el reivindicado Robert Pattinson de Good Time; hasta el
oriente, donde se encontraban Blade of the Immortal y Tu nombre, En
este rincón del mundo. Patterson, de Jim Jarmusch puso el toque de
poesía; Tarde para la ira confirmó mi atracción por el suspense
español. El documental mexicano mostró de nueva cuenta su fuerza con El
hombre que vio demasiado y Tempestad, en tanto que la inocencia se
rompió con belleza amarga con La vida de Calabacín y Vuelven.
En el penúltimo año de la década, dos mexicanos rompieron el
panorama internacional con sendas piezas grandiosas: Alfonso Cuarón con Roma
y el Gordo -así le decimos los cuates a Guillermo del Toro (o sea, todo
México)- con La forma del agua. Mi punto más alto en 2018 fue por mucho
y razones personales, Isle of Dogs, de Wes Anderson. Y hubieron
películas memorables como Tres anuncios por un crimen; Sad Hill
Unearthed; The Disaster Artist; El hilo fantasma; el sorprendente
regreso de Spike Lee a las grandes ligas con BlacKKKlansman; las
maravillosas Cría puercos y Faces Places, de la añorada e
inmortal Agnès Varda y las absurdamente ignoradas genialidades de Pascal
Laugier, Ghostland y You were really never here, de Lynne Ramsay,
que tiene la verdadera mejor actuación de Joaquin Phoenix, para que no se dejen
llevar por la mercadotecnia.
Hay una opinión casi generalizada sobre que 2019 fue un mal
año para el cine. Yo no lo veo así, en la década hubo peores. Y ahí están Cold
War, Dolor y Gloria y La camarista para demostrarlo, de
entrada. La atención en los premios Oscar desvió la atención y por ello nos
centramos en El Irlandés, Érase una vez en Hollywood y Parásitos
como las mejores del año y dejamos de lado a las superiores Diamantes en
bruto y la suprema El Faro.
Así terminó la segunda década del nuevo milenio. Me faltan
muchas, por omisión, por decisión, por ignorancia, por no tener el tiempo para
dedicarle las 24 horas del día al cine, que es mi escenario ideal; pero esta es
mi lista personal y abierta a opiniones.
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