-¿En qué piensas?
-En nada. ¿Cómo se llama este baile?
-Carne radioactiva. Es el último baile, el baile final. Es el baile final.
La última película realizada por Luis Buñuel en México resultó una joya de fina jocosidad herética en el que las reflexiones sobre la vacuidad del sacrificio expuestas en otras obras como Él (1953) y Nazarín (1959) son soterradas con tanta inteligencia como sentido del humor.
Simón, un estilita (ermitaños místicos que aparecieron a finales del siglo II y que, siguiendo el ejemplo de san Simeón, el iniciador de esta forma de penitencia, vivían sobre una columna elevada a la intemperie para conseguir el perfeccionamiento espiritual) que ha pasado seis años, seis meses y seis días en su columna, baja sólo para trasladarse a una nueva que le ha sido donada por un personaje rico al que ayudó a curarse. En su leve estancia en tierra aprovecha para devolverle las manos a un ladrón al que como castigo le habían sido mutiladas y para desprenderse de su madre, a la cual sin menor remordimiento le comunica que su misión espiritual está por encima de su cariño de hijo.
La relación de Simón para con el mundo es distante, da discursos y bendiciones y se erige como autoridad indiscutible. El diablo, encarnado en una hermosa mujer (Silvia Pinal) trata en repetidas ocasiones de tentarle, a lo que el ermitaño resiste bien por un tiempo, hasta que su propia mente lo empieza a traicionar y se da cuenta de la escasa diferencia que existe entre él y su ángel malvado, quien lo conduce finalmente a un infierno representado por un bar neoyorquino donde tocan música surf.
La claridad de los simbolismos de la cinta (aún perteneciendo al surrealismo) se manifiesta quizá por una intención del director para hablar sin tapujos; Simón, como todos los sacerdotes, se ha vuelto un megalómano que supone estar por encima de sus semejantes, en su caso de manera literal desde lo alto de una columna que efectivamente lo eleva de la estatura humana, pero de ninguna manera le acerca a dios; la severidad de su doctrina lo lleva incluso a deshacerse de algunos de sus adeptos, a uno lo entrampa para que confiese que ha cometido la bajeza de mirar a una mujer, mientras que a otro lo despide por estar excesivamente limpio. Como contraparte, dos personajes parecen ser los únicos aposentados en los terrenos de la realidad, un pastor enano que lleva a la repulsa por el inocente bestialismo que brota de tanto en tanto en sus palabras y… el propio diablo, que finalmente ve al asceta con una cierta compasión transformada en extraña complicidad.
Al parecer la historia de esta cinta se remonta a los años de estudio de Buñuel en Madrid, cuando García Lorca le acercó al libro La leyenda áurea de Jacobo de Vorágine, que lo impresionó sobremanera. Finalmente en 1964 logra levantar el proyecto apoyado por el productor Gustavo Alatriste, aunque la carencia de recursos suficientes por parte de este impidieron que la película cristalizara de la manera en que se había pensado originalmente, así se tuvo que desechar la idea de rodarla en latín con subtítulos en español con tipografía gótica y de que fuera un largometraje que en su segunda parte mostrara a Simón cayendo en las tentaciones carnales al regresar a su época tras el descenso a los infiernos. Como dato curioso destaca que al inicio se había considerado al cómico Manuel “Loco” Valdés para interpretar a Simón.
De esta manera, el ciclo de casi 20 años de Buñuel en México concluye con la trasgresión a una de las instituciones más fuertes del país, intocable casi en ese tiempo, la iglesia católica, que seguramente celebró la partida del autor a su país para que no siguiera por acá perturbando mentes. Por fortuna eso no sucedió.
La película, como casi todas las buenas cintas mexicanas, se puede encontrar editada en DVD en el extranjero, particularmente recomendable es la que presenta The Criterion Collection, como siempre muy cuidada y con extras interesantes.
También se consigue en eMule y en Youtube en versión extraída de
Simón del desierto
Dir. Luis Buñuel. México, 1964
Producción: Gustavo Alatriste
Guión: Luis Buñuel y Julio Alejandro, sobre una idea de Luis Buñuel
Fotografía: Gabriel Figueroa
Edición: Carlos Savage y Luis Buñuel (sin crédito)
Música: Raúl Lavista: "El himno de los peregrinos"; saetas y tambores de
Con: Claudio Brook (Simón); Silvia Pinal (El Diablo); Jesús Fernández (Pastor enano); Enrique Álvarez Félix (hermano Matías); Enrique García Álvarez (hermano Zenón); Luis Aceves Castañeda (Trifón)
1 comentario:
dificil rechazar una teta tan suculenta como la de silvita!
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