Era una noche en
verano, eso lo recuerdo porque regresamos a casa caminando y aunque no hacía
frío en absoluto las calles del centro estaban solas y eso dificultó el camino,
no lo decíamos pero en nuestro interior el miedo estaba royéndonos las tripas,
nos despedimos al llegar a la cuadra y esa noche tuve pesadillas. Por primera
vez. La semana siguiente serían constantes. Me enamoré de Evil Dead.
En aquel entonces
mi incipiente amor por el séptimo arte ya me había dado suficientes
herramientas para burlar la edad permitida para entrar al cine de acuerdo a la
clasificación de las películas y de cualquier manera el siempre somnoliento
boletero del Cine Avenida Vistarama no ponía mucha atención en que dos mocosos
años entraran a ver una función doble que incluía también a El
Anticristo (L’anticrist, Alberto Di Martino 1974). El año se me pierde,
recuerdo que la cinta estelar era El
anticristo, es decir que se trataba de un reestreno y si Evil Dead abrió en México a finales del
82 probablemente la haya visto en el 86, a los 13 o 14 años, en una edad y una
época en que esas cosas marcaban y la obra de Raimi así lo hizo, su violencia
primitiva me clavó en el asiento y una fascinación morbosa quedó en el asco que
me daban los asquerosos fluidos que brotaban de los poseídos. En aquel tiempo
era un receptor acrítico y la fascinación viene por ello del impacto directo
que tuvieron en mí las escenas más terribles que había visto a la fecha, la
idea de la maldad como entidad latente e inescapable, de la vulnerabilidad del
cuerpo y alma humanos me llevaron a conocer y sentir el terror primigenio y me
convirtieron en fanático eterno del cine de horror, todo se lo debo a Raimi
(ok, ya había visto antes en tv El hombre
elefante de Lynch, pero eso despertó otra clase de miedo –y compasión-).
Al paso de los años
he mantenido copias de la cinta conmigo -fue de las primeras que tuve en el
lejano tiempo en que conseguir películas era un logro-, aún la conservo en Beta
y VHS y debo asegurar que las prefiero a la versión remasterizada porque
aquellas conservan mejor una mala calidad de imagen que lleva a imaginar que
las cosas que suceden en pantalla son un grado de malignidad más allá de lo que
la claridad de la última permite ver.
Más tarde entendí y
asimilé la estética de la obra y comprendí lo que el talento y un presupuesto
bajo pueden hacer por encima de la parafernalia pero eso es un análisis de poco
romance y romance es lo que principalmente tengo con esta película que veo de
tanto en tanto con fervor y de la cual sigo cuanto aparezca, en ese sentido he
disfrutado poco los videojuegos, luego las figuras de acción, el musical de
Broadway y la versión de Bollywood, todos ellos en el espíritu del homenaje. Y por
lo mismo escribo ahora, por la reticencia y desconfianza que me produce un
remake que en primera instancia me parece tan innecesario como reescribir una
novela, como un escudo a la memoria y una cura en salud ante lo que nos espera
pronto en pantalla, nada especial de acuerdo con el tráiler y las primeras
críticas.
¿Qué llevó a Raimi
a permitir que rehicieran su obra maestra? No lo sé, lo mismo que lo llevó a
hacer Spiderman 3, supongo. Esperemos el resultado del refrito y ojalá este no
lleve a tomar acciones como las de los fans de Star Wars contra Lucas.
Les dejo la versión de Bollywood
Un poco del musical en su versión española
Y el trailer original
El despertar del diablo (Evill Dead)
Dir. Sam Raimi
USA, 1981
Guión: Sam Raimi
Música: Joseph LoDuca
Fotografía: Tom Philo
Edición: Edna Ruth Paul
Maquillaje: Tom Sullivan