Hay películas de las cuales estamos seguros que es imposible rescatar, que se han perdido para siempre por distintas circunstancias, tal vez el caso más famoso es el de London After Midnight (Todd Browning, 1927), aunque incluso de esta hay rumores de que existe bien resguardada una copia del original y eso crea la débil esperanza de que algún día veremos algo más que la reconstrucción a base de fotos fijas que conocemos hoy día. México no se queda atrás en el rubro de películas “perdidas” y el insuperable Santo, el Enmascarado de Plata tiene varias en su haber, siendo la principal Santo en el Tesoro de Drácula, donde el máximo superhéroe de estas tierras tiene que combatir no sólo al mismísimo Drácula escondido tras el simplón anagrama de Alucard, sino a todo su séquito de vampiras de senos al aire ¡Oh, si!
La leyenda de películas rodadas en versión doble –púdicas para el público mexicano, eróticas para su consumo internacional- es algo que no ha sido demostrado y es defendido incluso por instancias oficiales e historiadores de cine que sin embargo no han afirmado abiertamente haberlas visto o contar con alguna copia de las mismas, por mi parte me quedo con la versión de que efectivamente había un plan para realizar una segunda edición lúbrica pero no llegó más allá de las fotos fijas y diseño de carteles publicitarios; al menos hasta que no llegue a mis manos una de estas. Sí, como reza el lema “quiero creer” pero hasta ahora me quedo con la romántica idea de que esto alguna vez sucedió y nuestro héroe traspasó las fronteras del matineé familiar.
En esta aventura, realizada en 1968 por René Cardona Sr., Santo revela una nueva faceta como inventor, si bien ya se había visto muestras de su pericia como científico y dominio en tecnologías muy adelantadas a su época, en esta cinta de entrada nos enteramos que ha inventado una máquina para volver en el tiempo, la cual prueba con Luisa (Noelia Noel), hija de su amigo el doctor Sepúlveda, sólo para darse cuenta que al regresar en el tiempo la doncella es víctima de una extraña anemia que hace sospechar al profesor Van Roth (Fernando Mendoza) de que se trata de algo más allá, máxime que cerca de la casa de la joven vive el Conde Alucard, interpretado por Aldo Monti, quien junto con Germán Robles es uno de los vampiros más memorables de la cinematografía mexica. Hasta el fin de la primera parte, donde se consume la vampirización de Luisa, la película lleva un ritmo conciso que la vuelve hipnotizante –valga la referencia- hasta que Santo, decidido a mostrar la valía de su descubrimiento, toma de la cueva del villano un medallón que es media clave para conducir al tesoro a que hace referencia el título y a partir de ahí la trama se torna en la más clásica del cine fantástico de luchadores, es decir, peleas por doquier y un enfrentamiento entre el invencible Santo y el luchador Atlas para definir quien se queda con la totalidad de la clave, el mero mole de la máxima estrella del encordado de todos los tiempos pues.
Bastante ocioso resulta hablar de la valía artística del filme, Santo nos dio siempre lo que necesitábamos: un héroe nacional que sobrepasó los límites del comic y las películas para llenarnos de aliento y esperanza, uno que podíamos ir a ver a la arena en vivo y contemplar su magnificencia –la leyenda dice que Don Rodolfo Guzmán Huerta, el hombre tras la máscara, sólo perdió el 10 por ciento de las peleas que disputó en vida-, Santo es un ícono por antonomasia, tangible como cualquier prócer patrio y sin embargo superior por combatir contra maldades ultraterrenas, algo que ni nuestros santos laicos –Zapata, Villa, et al- pudieron darnos; es simplemente una figura mítica e irrepetible que se ha trasmitido no sólo a generaciones y generaciones de mexicanos, es una figura universal proclamada en todos los rincones del planeta. Así de sencillo y de complejo. El 5 de febrero se cumplen 25 años de su muerte física, apenas unos días después de que en el programa Contrapunto nos dejara ver su rostro, tal vez como una anticipación a su deceso; suceso que a la postre debo decir que me marcó de por vida. Por ello he elegido esta película -leyenda de la leyenda- a manera de ofrenda para un hombre que es en sí mismo leyenda, uno que nos ha dado mucho más que cualquier caudillo de nuestros tiempos: la capacidad de soñar que este mundo está a salvo gracias a un protector perceptible, alguien que puede ser nuestro vecino, alguien en quien podemos confiar.
Larga vida a Rodolfo Guzmán Huerta, Santo, el Enmascarado de Plata. Muestra de que los gigantes caminaron en la tierra.
Les dejo una escena de las que supuestamente en la versión para exportar se podía ver a las vampiras desnudas y
Otra en la que nuestro héroe desde su presente descubre la identidad del enemigo.
La leyenda de películas rodadas en versión doble –púdicas para el público mexicano, eróticas para su consumo internacional- es algo que no ha sido demostrado y es defendido incluso por instancias oficiales e historiadores de cine que sin embargo no han afirmado abiertamente haberlas visto o contar con alguna copia de las mismas, por mi parte me quedo con la versión de que efectivamente había un plan para realizar una segunda edición lúbrica pero no llegó más allá de las fotos fijas y diseño de carteles publicitarios; al menos hasta que no llegue a mis manos una de estas. Sí, como reza el lema “quiero creer” pero hasta ahora me quedo con la romántica idea de que esto alguna vez sucedió y nuestro héroe traspasó las fronteras del matineé familiar.
En esta aventura, realizada en 1968 por René Cardona Sr., Santo revela una nueva faceta como inventor, si bien ya se había visto muestras de su pericia como científico y dominio en tecnologías muy adelantadas a su época, en esta cinta de entrada nos enteramos que ha inventado una máquina para volver en el tiempo, la cual prueba con Luisa (Noelia Noel), hija de su amigo el doctor Sepúlveda, sólo para darse cuenta que al regresar en el tiempo la doncella es víctima de una extraña anemia que hace sospechar al profesor Van Roth (Fernando Mendoza) de que se trata de algo más allá, máxime que cerca de la casa de la joven vive el Conde Alucard, interpretado por Aldo Monti, quien junto con Germán Robles es uno de los vampiros más memorables de la cinematografía mexica. Hasta el fin de la primera parte, donde se consume la vampirización de Luisa, la película lleva un ritmo conciso que la vuelve hipnotizante –valga la referencia- hasta que Santo, decidido a mostrar la valía de su descubrimiento, toma de la cueva del villano un medallón que es media clave para conducir al tesoro a que hace referencia el título y a partir de ahí la trama se torna en la más clásica del cine fantástico de luchadores, es decir, peleas por doquier y un enfrentamiento entre el invencible Santo y el luchador Atlas para definir quien se queda con la totalidad de la clave, el mero mole de la máxima estrella del encordado de todos los tiempos pues.
Bastante ocioso resulta hablar de la valía artística del filme, Santo nos dio siempre lo que necesitábamos: un héroe nacional que sobrepasó los límites del comic y las películas para llenarnos de aliento y esperanza, uno que podíamos ir a ver a la arena en vivo y contemplar su magnificencia –la leyenda dice que Don Rodolfo Guzmán Huerta, el hombre tras la máscara, sólo perdió el 10 por ciento de las peleas que disputó en vida-, Santo es un ícono por antonomasia, tangible como cualquier prócer patrio y sin embargo superior por combatir contra maldades ultraterrenas, algo que ni nuestros santos laicos –Zapata, Villa, et al- pudieron darnos; es simplemente una figura mítica e irrepetible que se ha trasmitido no sólo a generaciones y generaciones de mexicanos, es una figura universal proclamada en todos los rincones del planeta. Así de sencillo y de complejo. El 5 de febrero se cumplen 25 años de su muerte física, apenas unos días después de que en el programa Contrapunto nos dejara ver su rostro, tal vez como una anticipación a su deceso; suceso que a la postre debo decir que me marcó de por vida. Por ello he elegido esta película -leyenda de la leyenda- a manera de ofrenda para un hombre que es en sí mismo leyenda, uno que nos ha dado mucho más que cualquier caudillo de nuestros tiempos: la capacidad de soñar que este mundo está a salvo gracias a un protector perceptible, alguien que puede ser nuestro vecino, alguien en quien podemos confiar.
Larga vida a Rodolfo Guzmán Huerta, Santo, el Enmascarado de Plata. Muestra de que los gigantes caminaron en la tierra.
Les dejo una escena de las que supuestamente en la versión para exportar se podía ver a las vampiras desnudas y
Otra en la que nuestro héroe desde su presente descubre la identidad del enemigo.
Y ya como pilón, la escena donde Santo muestra su rostro en Contrapunto.
Dir. René CardonaGuión: Alfredo Salazar
Fotografía: Raúl Martínez Solares
Edición: José W BustosMúsica: Sergio Guerrero CalderónCon: Santo, el Enmascarado de Plata (Rodolfo Guzmán Huerta); Aldo Monti; Noelia Noel; Alberto Rojas “el Caballo”.
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