lunes, 25 de agosto de 2008

Muertos de risa


Nino y Bruno son patéticos. Ni siquiera se llaman así, su nombre artístico proviene de un cartel pisoteado que el anunciador vio antes de meter a este par a escena. Y su gracia es que Bruno pegue de bofetadas a Nino, en eso radica su éxito, que los convierte en las dos más grandes leyendas de la comedia española del siglo XX.
Luego de su incursión en Hollywood con Perdita Durango (1997) que sólo le sirvió para llevarse muchos más abucheos que dólares, Alex de la Iglesia regresó a España a hacer lo suyo: subvertir la comedia para convertirla en el oscuro vehículo con que el director transita y nos cuenta nuestra cotidianeidad, pues aunque las cintas son de suyo muy españolas, las historias que narra no dejan de ser universales.
Esta es probablemente la película de de la Iglesia menos conocida en México y no puedo explicarme la razón, ya que a mi parecer es uno de sus trabajos más pulidos (y graciosos). De nueva cuenta el director utiliza la violencia como medio de entretenimiento, no a manera de apología, como algunos han pretendido ver, sino como el contrapunto para manifestar su sardónica y contundente mirada. Ya de inicio la fórmula de comedia que manejan Nino y Bruno (Santiago Segura y El Gran Wyoming, respectivamente) su sustenta en la violencia misma, el gag del tortazo que ha funcionado y seguirá funcionando mientras la desgracia ajena nos siga pareciendo cómica, aunque nunca nos detengamos a pensar en que ese agrado tenga su carga siniestra. Por eso en cuanto nace la rivalidad entre los improvisados comediantes su éxito se incrementa y así sigue hasta el momento en que se alejan y resulta que por separado no causan ninguna gracia al público.
Quiero decir que estoy comentando la esencia de la historia sin meterme tanto a detalle en la misma porque esta es una de esas cintas que no deben contarse so pena de echar a perder la sorpresa, que este caso es la esencia; con una habilidad sorprendente Alex de la Iglesia va haciendo crecer la trama y llevándola hasta el terreno de lo alucinante y francamente inverosímil sin perder el hilo. Y del aspecto técnico, ni hablar, como siempre pulcro.


Y así, Muertos de risa se convierte en una comedia tan negra que hay a quienes no les genera ni una leve sonrisa, pero bueno, hay que saber reírse de las cosas, pues como el propio de la Iglesia ha dicho “La única escapatoria que encuentro al abismo que supone mirar las cosas de frente es la comedia”.
La película es muy sencilla de encontrar en la red, así como en tiendas establecidas como Mixup, así que hay para escoger. Si quieren saber más de Alex de la Iglesia visiten su página, que es alucinante, además de que se puede ver el trailer de su más reciente película, Los crímenes de Oxford. Santiago Segura también tiene cosas extrañas que contar en la página de Amiguetes Entertainment y de El Gran Wyoming hay que ver la ficha de la Wikipedia, pues un colgado, tal y como lo anuncia, compró un dominio con el nombre del artista para regalárselo, pero a la fecha parece que no ha habido contacto.
Y para concluir los dejo con una secuencia de la película.


Muertos de risa.
Dir. Alex de la Iglesia, España, 1999
Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría
Fotografía: Flavio Martínez Laviano
Edición: Teresa Font
Con: Santiago Segura (Nino) El gran Wyoming (Bruno) Álex Angulo (Julián) Alfonso Lussón (Berasategui) Carla Hidalgo (Laura)











jueves, 7 de agosto de 2008

Unas de vaqueros

El western es uno de los géneros cinematográficos mundialmente más reconocidos y el emblemático de la producción hollywoodense en el siglo XX; su temática aborda la conquista del territorio oeste del país vecino, las ilusiones, las esperanzas, obsesiones y pasiones de la gente que llegaba a un terreno virgen, hostil y violento, siempre lleno de emocionantes aventuras. Del 11 al 17 de agosto en el Cine Teatro Alameda de San Luis Potosí, sede de la ya próxima Cineteca del estado, se presentarán algunas de las películas representativas del género, aquí unos avances.

La Diligencia. (Stagecoach) John Ford, 1939
La iniciadora del western moderno arranca el ciclo el lunes 11 (las siguientes aparecen como se irán presentando en los días sucesivos), con John Wayne en una de sus mejores películas




Vera Cruz (Vera Cruz) Robert Aldrich 1954
Polémica cinta que aborda un tanto a la ligera un pasaje de la historia mexicana, pero bueno, qué más se puede esperar de un género plagado de clichés y prejuicios. Aquí vemos a Gary Cooper y Burt Lancaster demostrando puntería ante el mismísimo Maximiliano de Hasburgo


Los siete magníficos (The magnificent seven) John Sturges Yul Brinner; Steve Mc Queen; Charles Bronson; James Coburn y Eli Wallach en una adaptación al oeste de Los siete samurais, de Kurosawa, ¿Qué más se le puede pedir a la vida?


El bueno, el malo y el feo (Il buono, il brutto, il cattivo) Sergio Leone, 1966

Obra maestra. El mejor score de la historia. Piedra angular. Clint Eastwood.



La pandilla salvaje (The wild bunch) Sam Peckinpah, 1969

Peckinpah cambió el concepto eterno de buenos vs. malos por el de malos vs. muy malos con esta hermosa sinfonía de metralla.



Un hombre llamado caballo (A man called horse) Elliot Silverstein, 1970
Y cuando comenzó el declive del género se dio por experimentar, aquí vemos a Richard Harris como un hombre blanco que llega a ser jefe de la tribu Sioux.

Silverado (Silverado) Lawrence Kasdan1985 Kasdan de plano optó por hacer un espectáculo estilo Lucas y Spielberg para tratar de revivir al western con esta cinta.

lunes, 4 de agosto de 2008

3 Iron, el espíritu de la pasión


Un día entro en una casa vacía.Parece que nunca haya estado nadie, así que me desnudo, me baño, preparo la comida, lavo la ropa, arreglo una báscula de baño y juego al golf en el jardín de la casa.En la casa hay una mujer desanimada, asustada y herida, que no sale nunca y que llora.Le muestro mi soledad. Nos entendemos sin decir ni una palabra, nos vamos sin decir ni una palabra.

El silencio es una vía espléndida para decir lo que sentimos con el cuerpo, quizá suene algo trillada la frase, pero no por ello deja de ser cierta, y es más, expresarlo para otros a través del arte no es nada sencillo. Kim Ki Duk lo ha logrado, con creces.
Tae-Suk, asceta contemporáneo, vive en hogares vacíos sin permiso de los propietarios, fantasma silente que en retribución al hospedaje y alimentación que recibe de sus insospechados anfitriones repara los pequeños desperfectos del hogar. Hay una casa distinta, más grande y aún llena de objetos que sin embargo se siente más vacía y no está sola. Ahí se encuentra Sun-Hwa, ex modelo de rostro golpeado, fantasma de su propio hogar, donde es notable que estalla frecuentemente la violencia. Se encuentran y lo saben, habrán de irse juntos, en silencio, sin plan alguno. El amor, no obstante y como es sabido, queda vedado tras sellar el compromiso en los papeles con los que la sociedad otorga posesión de la pareja. Ella debe volver, él deberá encontrar la manera de estar juntos de nuevo.
Contrario a lo que sucede en el resto de la filmografía de Kim Ki Duk, me parece que aquí la alegoría se ve minimizada ante la contundencia de una historia prácticamente muda; ponerse a reflexionar en torno a la soledad, la incomunicación, el vacío interno de las sociedades industriales, es francamente una pérdida de tiempo frente a la elocuencia y el espíritu decididamente amoroso de la historia, incluso y contrario también al resto de sus trabajos, el amor no es tan brutalmente imposible como en Bad Guy (Nabbeum namja, 2001), Cocodrile (Ag-O, 1996) o La isla (Seom, 2000), donde la desolación es total. No quiero decir con ello que se trate esta de un amor triunfante y claro al estilo Hollywood. Para nada. Es sólo que aquí los obstáculos no importan. Sun-Hwa es un lago apacible, Tae-Suk como la luz que se posa ahí para crear armonía.
La historia, según cuenta el propio director, se le ocurrió cuando al quitar unos folletos de la puerta de su casa imaginó que aquellas donde se acumulan deben ser casas vacías y ello lo llevó a pensar en una persona muy solitaria. Tras esta idea, y para gozo anecdótico de los críticos que lo idolatran, escribió el guión en un mes, filmó en un par de semanas y editó en tan sólo diez días. Cierto o no, logra una película minimalista y a un tiempo monumental en su realización, el surcoreano brinda con esta una lección más de las posibilidades contemporáneas del lenguaje cinematográfico y la forma en que su país mantiene la vanguardia.

Uno de los dos se queda en una casa hecha de nostalgia.El otro aprende a convertirse en un fantasma para esconderse en el mundo de la nostalgia.


Esta cinta es bastante sencilla de conseguir, pues dado el éxito que ha alcanzado el director llegó incluso a las salas de cine mexicanas y de ahí al video, en eMule se consigue también, pero no se ve de entrada alguna versión subtitulada (aunque cuando vean la cinta sabrán que eso ni es de tanta importancia). Las frases en cursivas corresponden a La casa vacía, texto escrito por Kim Ki Duk en 2004.




3 Iron, el espíritu de la pasión (Bin Jip, Corea del sur, 2004)
Dirección y guión: Kim Ki-duk. Fotografía: Jang Seung-baek.
Montaje: Kim Ki-duk.
Música: Slvian. Producción: Kim Ki-duk. Con: Lee Seung-yeon (Sun-hwa), Jae Hee (Tae-suk), Kwon Hyuk-ho (Min-kyu), Joo Jin-mo (Detective Cho), Choi Jeong-ho (Funcionario de prisiones), Lee Dah-hae (Ji-eun), Park Dong-jin (Detective), Moon Sung-hyuk (Sung-hyuk), Park Jee-ah (Jee-ah).