jueves, 25 de enero de 2007

Babel, o el triunfo del wetback film



Una de las cosas más repulsivamente tradicionales de los políticos mexicanos es su eterno afán por colgarse de los triunfos ajenos ya que su profunda mediocridad no les permite alcanzar los propios. El numerito se repitió recientemente con el anuncio de los nominados al Oscar este año, que arrojó un total de 16 posibilidades en distintas categorías a tres películas realizadas por mexicanos y de entre las cuales destaca Babel, de Alejandro González Iñárritu, anuncio que no pocos aprovecharon para hablar del “triunfo que esto representa para México”, en fin.
A mi parecer, las nominaciones tienen dos lecturas: una alegre, que implica el orgullo de rebote que da el que tres de los mejores directores mexicanos actuales estén con grandes posibilidades en los poco serios pero siempre importantes premios Oscar; la otra es mucho más sombría y tanto o más real, implica la tristeza, el coraje e impotencia que da el hecho que ninguna de las tres películas (El Laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro y Los Niños del Hombre, de Alfonso Cuarón son las otras) pueda ser llamada mexicana; si, El Laberinto… compite como mejor película extranjera por nuestro país, pero viendo las cosas objetivamente, poco tiene de mexicana la producción, de hecho los españoles estaban contentos con la decisión de la Academia mexicana, pues decían que con la nominación de ésta, España tenía ya dos cintas en competencia.
Poco tienen que decir las “autoridades” políticas mexicanas en cuanto a lo que han conseguido los cineastas nacionales en el extranjero, pues el asunto tiene que ver más con la inexistencia de una industria fílmica y la estúpida negativa para apoyar la cultura, baste recordar que finalizando el año pasado, cuando un grupo de artistas e intelectuales que pedían un ajuste al presupuesto de cultura en 2007 se toparon con el diputado Marco Antonio Bernal, quien sintetizó el lugar que el arte merece al Estado al espetarles un contundente “¿Para qué darle dinero a esos jotos?” (La Jornada, 24 de diciembre de 2006). Para infortunio, el logro de los compatriotas es por completo individual, tanto los tres directores como el resto de los nominados (Adriana Barraza; Emmanuel Lubezki; Guillermo Navarro; Eugenio Caballero y Guillermo Arriaga) poco tienen que agradecer a México, que no les ha dado más que la necesidad de demostrar su talento en el extranjero, donde se puede alcanzar todo lo que las carencias del país impiden.
Cierto es que el nivel no es malo en el país, pero sinceramente es iluso pensar que algún productor local se hubiera atrevido a meterle dinero a un proyecto como Babel cuando bien sabe que invertir en una historia más de chilangos condichis o de lumpens tremendistas es lo que reditúa en la taquilla. Por ello quien tiene los recursos y contactos necesarios sabe que lo mejor es emigrar, hacer cine donde el negocio ofrezca más posibilidades que la de realizar cintas para adolescentes oligofrénicos.
Ahora bien, el asunto no es tampoco que el gobierno actúe de manera paternalista con el cine, pero si que haga lo necesario para incentivar el resurgimiento de una industria muerta desde la década de los 40 del siglo pasado y que legisle de manera que la impunidad de las distribuidoras y exhibidoras se acote y brinde oportunidades a las producciones locales. Cada sexenio se busca en los titulares de IMCINE una luz que aporte una mejoría para el cine y cada sexenio nos quedamos con un puñado de buenas intenciones y escasos resultados. En este sentido, creo que las nominaciones representan una cachetada con guante blanco a los discapacitados mentales que ocupan los puestos gubernamentales, lo malo del asunto es que su capacidad no les da ni para darse cuenta de la bofetada.

jueves, 11 de enero de 2007

Crimen por muerte


Desafortunadamente, las parodias han sido en buena medida un refugio más para la falta de talento de los guionistas hollywoodenses, habituados a conseguir la chuleta por medio de la vil copia de cosas ya realizadas, lo que con frecuencia redunda en malos fusiles de algo antemano malhecho.
Sin embargo, este de subgénero ha dado también excelentes películas. El secreto parece fundamentarse en no solamente repetir fórmulas hechas, sino contar con todos los elementos disponibles en torno a aquello a ser reinterpretado hasta volverlo inteligente y disfrutable. De hecho, es lo que se puede percibir por parte del maestro Neil Simon en el guión para Crimen por muerte (1976): un dominio previo de la literatura y el cine de detectives traducido en una obra muestra de erudición en la materia, con lo cual abrió las posibilidades de disfrute del público.
Crimen por muerte es una película poco conocida en México, de hecho no existe en el país una edición de la misma en DVD, lo cual es una lástima, pues se trata de una comedia de altos vuelos cuyo valor debería ser re considerado. El argumento es el siguiente: Los mejores detectives del mundo han sido invitados a cenar a la mansión del excéntrico potentado LionelTwain, quien a medio banquete anuncia a sus invitados que uno de los presentes será asesinado en punto de la medianoche. Quien resuelva el caso (o sobreviva) para el amanecer, será recompensado con un millón de dólares.
Si ya de entrada el hecho de haber sido escrita por Neil Simon, uno de los grandes guionistas del siglo XX, resultaba alentador para ver esta cinta, el casting aseguraba la calidad del trabajo, el reparto se nutre con la presencia de actores de la talla de Peter Sellers; Alec Guinnes; James Coco; Elsa Lanchester y hasta el mismísimo Truman Capote, quien por cierto brinda una excelente actuación.
Los personajes, con excepción de los interpretados por Guinnes, Capote y Nancy Walker -quien hace a una genial sordomuda-, son parodias de celebres detectives de la literatura (Sellers da vida a Sydney Wang, versión de Charlie Chan, de Earl Derr Biggers; Peter Falk es Sam Diamond, un presunto Sam Spade, el personaje de Dashiell Hammett; David Niven y Maggie Smith interpretan a Dick y Dora Charleston, parodia de Nick y Nora Charles, también creados por Hammett; James Coco es Milo Terrier, el famoso Hercule Poirot de Agatha Christie, en tanto que Elsa Lanchester interpreta a Miss Marble, evidentemente la Miss Marple de la mencionada autora de suspense) cuyas habilidades mentales son puestas en entredicho con el enigmático caso a enfrentar; de ahí parten la pseudos filosofía expresada por Wang cada que abre la boca, la excesiva flema británica de Dick y Dora, la dureza de Sam Diamond, quien no muestra piedad ante nada con su verborrea irónica y la clásica situación de la casa cerrada llena de sospechosos que se van descartando uno a uno, aunque aquí, por el contrario, vamos descubriendo en cada uno de los invitados razones para despacharse al anfitrión.
Volviendo a lo comentado líneas arriba, Simon realizó el guión a partir de su amplio conocimiento de las novelas de detectives; mas eso no implica que si el espectador no sabe nada al respecto, no vaya a disfrutar de la película, pero probablemente la gozará más mientras más conozca, así por ejemplo, el gag donde Peter Sellers se confunde en cuanto al origen oriental de su personaje resulta divertido por si solo, aunque no sepamos que Charlie Chan, el detective oriental por él parodiado, nunca se interpretó con actores orientales, sino por ingleses tan asiáticos como yo soy ario. Algo así como un chiste local entre guionista y lectores de suspense.
Peter Falk está también excelente en su parodia de Sam Spade, o más bien, de Humprey Bogart, sobre todo porque la incursión del personaje, perteneciente al género negro, ya de entrada marca un rompimiento con el estilo del resto del grupo, más orientado a la novela cerebral detectivesca, escenario que Falk aprovecha para dar una de las actuaciones más divertidas de su carrera.
La manera como se va conduciendo la historia, con base en continuas vueltas de tuerca, repercute de manera positiva en la comicidad de la misma, pues al volverse más compleja la situación también se va hacia el terreno del absurdo, del cual los actores saben sacar provecho y los diálogos geniales, sello de Simon, se reproducen al por mayor.
Crimen por muerte fue dirigida por Robert Moore, más conocido como director en Broadway que en Hollywood, donde salvo esta, no realizó otra película memorable. Quien sabe, quizá con el talento de guionista e intérpretes era suficiente para realizar una genialidad como esta, sin embargo, es para estarle agradecido por presentarnos una comedia inteligente, que tanta falta hace ver en estos años.
Recientemente dieron esta película por Canal Retro, y la reseña viene a cuento porque al parecer la van a programar de nuevo en este enero, para que estén al pendiente. También se puede conseguir en los sitios de Amazon y Preciomanía, o bien pueden descargarla del eMule, donde según se ve, hay una versión en español.
Y hablando de Retro, este mes van a pasar varias películas buenas, como Nuestro hombre en La Habana; Nido de ratas; Hair; Las aventuras del Barón de Münchaussen; El almuerzo desnudo; toda la saga (la clásica, no la vomitiva de hace unos años) de La Momia y tres versiones de La caída de la casa de Usher, incluidas el cortometraje de 1928, la versión de Jean Epstein del mismo año y la joyita de Roger Corman protagonizada por el maestrazo Vincent Price.

viernes, 5 de enero de 2007

Una Noche en el Museo


Debo confesar que no conocía el nombre de Shawn Levy antes ver los créditos de Una Noche en el Museo, y lo primero que me llamó la atención en sus referencias biográficas del sitio de Internet Movie Database fue encontrar destacado el hecho de que el tipo se graduó con honores de Yale a los 20 años. No suena mal. Luego busqué su currícula como director y me encontré con títulos como La Pantera Rosa (el remake de 2006), Más Barato Por Docena y Gordo Mentiroso.
El guión, por su parte, es una adaptación al libro de Milan Trenc escrito por la dupla Ben Garat - Thomas Lennon, quienes realizaron la adaptación hollywoodense para Taxi y una donde Vin Disel sale de niñera (lo siento, pero mi memoria fílmica no es tan promiscua como para recordar el nombre de esta). La edición, otro aspecto a considerar en el filme, corrió a cargo de Don Zimmerman, conocido por su trabajo en El vuelo del Fénix; El gato; Recién Casados y Un Paseo por la Nubes, entre otros.
Con eso queda todo claro.
Bueno, debió quedar claro desde el casting, pero fijarse solo en eso no es suficiente. El caso es que conjuntando a los protagonistas con los principales realizadores solo se podía obtener un resultado: una comedia ligera muy bien hecha. No adelantemos juicios, con esa frase no quiero referirme a esta como una buena película, sino que precisamente por la trayectoria de los involucrados en la misma, el resultado es el único posible: una cinta de fórmula bien estructurada para su palomero propósito, el de divertir a niños y público poco quisquilloso, lo logra bien, hay que admitirlo, tiene acción; algo de drama; varios gags chistosos; un velado romance y todo está debidamente dosificado, se nota que Levy memorizó bien sus notas escolares y sabe cuando soltar elementos que conduzcan a una emoción determinada al público, el guión no se desvía por vericuetos complicados y lleva de la mano al espectador hacia el final sin provocarle mayor esfuerzo y las actuaciones corren a cargo de una serie de comediantes taquilleros, por eso Una Noche En El Museo se ha convertido en el hitazo de la temporada navideña.
Sin embargo, evaluando la cinta con un poco más de rigor encontramos los contras: un trabajo pobre en contenido y riqueza cinematográfica que no pasa de ser efectista y -sobre todo- muy predecible, lo cual le resta las de por si pocas posibilidades a una historia acerca de un museo que cobra vida de noche; por ello las alusiones a otras películas como Jumanji y Zathura, es decir aquellas de lo que se podría denominar “diversión inocua”, no se hicieron esperar por parte de la crítica.
Personajes apenas esbozados, actuaciones planas (Mickey Rooney diciendo ofensas sustentadas en frases absurdas me pareció tan aburrido como el propio actor), efectos poco espectaculares e incluso una fotografía desganada –sorprendente, ya que fue realizada por el mexicano Guillermo Navarro, quien ha hecho cosas tan buenas como Cronos, El laberinto del Fauno y Cabeza de Vaca-, llevan a la película al fracaso como realización, aunque al mismo tiempo, y con ello se cumple otra paradoja hollywoodense, la acercan a la posibilidad de una cadena de interminables e igualmente exitosas secuelas.
El final –pueden seguir leyendo, no voy a contarlo, y de todos modos no importaría hacerlo- da luz en torno a un posible propósito de la misma, el de motivar a los niños a visitar los museos, que gracias al de Historia Natural de Nueva York, donde fue filmada, pueden ser vistos de ahora en adelante como un espacio mágico en el que cualquier cosa puede ocurrir, así como estimularlos a estudiar historia, lo cual, como también aprendimos, puede ser de gran ayuda en los momentos que uno tenga que enfrentar a una horda de hunos furiosos comandados por el mismísimo Atila.

Presentación


El juguete de Lumiere tiene como propósito principal contagiar de cinefilia a quien se tope en el camino. No pretendo que sea definitorio o catedrático, sino motivar a ver (o a no ver si es el caso) las películas comentadas. En cada entrada trataré de añadir enlaces de interés en torno a la cinta en cuestión, así como los lugares donde pueden conseguirse.Espero también que la verdadera riqueza del blog se de mediante el intercambio de comentarios de los lectores, los cuales agradeceré mucho.
Bienvenidos.

Alejandro Valencia González