Muchos años después, Laura regresa a vivir a la casona que en su niñez era el orfanato donde pasó sus primeros años, con la idea de convertir el lugar en una casa de ayuda a niños con discapacidad. Junto a su esposo han adoptado a un niño, Simón, solitario pero con una enorme imaginación que juega con amigos invisibles con los que pronto se irá. Laura emprende entonces una búsqueda desesperada por su hijo, convenciéndose cada vez más que a Simón no hay que buscarlo en este plano existencial, sino en uno distinto, ajeno a nosotros.
La ópera prima de Juan Antonio Bayona resulta sorprendente por varios motivos, aunque destaca la enorme capacidad demostrada para narrar la historia, que no es común en un primerizo, la búsqueda por mantener la anécdota en un plano realista con una capa de acciones sobrenaturales que no llegan a mezclarse del todo le da como resultado una cinta de terror que no sustenta la emoción en el público a partir de “sustos”, sino por la conjugación de elementos.
De hecho los momentos de espanto repentino son muy pocos, el miedo del espectador comienza a gestarse desde el inicio, con un ritmo lento que sin hacer mucho ruido nos va despojando de la tranquilidad hasta dejarnos en un estado de angustia permanente; el sentimiento crea a la vez una fuerte empatía con la madre en busca de su hijo, por lo que la dosis de drama es de una melancolía oscura con apenas un tinte de esperanza.
Y es que finalmente la historia se sustenta con base en el miedo de los personajes a la soledad y a las ausencias, no a amenazas sobrenaturales pese a que en cierta manera se puede encasillar a la película dentro del subgénero de fantasmas. De hecho, el propio director ha comentado que al realizar la película quiso distanciarse de los clichés del horror y contar la historia bajo otra influencia –él mismo cita a Polanski, por ejemplo- más europea, encaminada a lo que en este lado del mundo se da por llamar “cine de arte”, lo cual es notable desde los aspectos técnicos y los recursos narrativos, con todo y que la resolución final nos deja un cierto sabor oriental, particularmente a Dark Water, de Hideo Nakata.
Con El Orfanato se viene a enriquecer de manera importante la producción española de cine de horror, que si bien no es grande, cuenta con exponentes serios y habilidosos, como el catalán Jaume Balagueró; el terrible Nacho Cerdà; viejas glorias como Jorge Grau, Paul Naschy (Jacinto Molina) y Jess Franco, e incluso la exportación mexicana de Guillermo del Toro, que por cierto funge como productor ejecutivo de El Orfanato. Ojalá que siente bases, ya que se ha convertido en la segunda película más taquillera de España, sólo superada por Los Otros, de Alejandro Amenábar, resta esperar que los productores del país tomen nota y apoyen la producción de más cintas del género.
Por cierto, supongo que las nominadas a mejor película extranjera en los premios Oscar de este año son obras portentosas, ya que El Orfanato se quedó en la etapa de preselección y en verdad es una pequeña joya, habrá que verlas.
Se puede conseguir una versión malona en eMule, pero aquí si vale la pena esperar a que la programen en nuestra ciudad, el lanzamiento en DVD…y el predeciblemente inútil e insulso remake gringo.
Aquí les dejo una escena de la película:
El Orfanato. España, 2007
Dirección: Juan Antonio Bayona
Guión: Sergio G. Sánchez.
Producción: Joaquín Padró, Mar Targarona y Álvaro Augustín.
Producción ejecutiva: Guillermo del Toro.
Música: Fernando Velázquez.
Fotografía: Óscar Faura.
Montaje: Elena Ruiz.
Intérpretes: Belén Rueda (Laura), Roger Príncep (Simón), Geraldine Chaplin (Aurora), Fernando Cayo (Carlos), Mabel Rivera (Pilar), Montserrat Carulla (Benigna),Edgar Vivar (Balabán), Andrés Gertrudix (Enrique).